La Constitución de 1812

Estamos acostumbrados a invocar la Constitución por lo que es y lo que no es. Se supone que en ella se encuentran todas las garantías y hasta una suerte de permiso para hacer lo que nos da la gana.

Hay la idea generalizada de que tener una constitución es lo normal y ha sucedido siempre. Como que las constituciones son algo que todos los países han tenido desde que existen. Pero no es así. La adopción de las constituciones fue fruto de largas luchas, gracias a las que se fue logrando que se reconocieran derechos y se establecieran mecanismos democráticos de elección y control político.

Se dice que la primera constitución del mundo fue la Carta Magna, que se dio en la Inglaterra del siglo XIII. En las épocas Aborigen y Colonial no existió una Constitución en estas tierras americanas. En realidad tampoco la hubo en la metrópoli española. La soberanía residía en el rey absoluto y no había reglas de participación de la gente en el Gobierno. Una ruptura fue la independencia y la Constitución de Estados Unidos, aprobada a fines del siglo XVIII.

En medio del proceso independentista latinoamericano, a inicios del siglo XIX, una de las primeras preocupaciones de los actores de los pronunciamientos autonomistas iniciales fue poner reglas para el funcionamiento de los gobiernos. Tal fue el caso del 10 de Agosto de 1809, en cuya declaración se establecieron algunas reglas para el funcionamiento de la Junta de Gobierno y sus dignatarios. Esta postura, aunque mantuvo su lealtad a la Corona española, fue tan peligrosa para el poder colonial, que su principales sostenedores pagaron con la vida su gesto el 2 de Agosto de 1809.

Dos años más tarde, luego de establecer una segunda junta, los quiteños vieron la necesidad de contar con una Constitución estructurada y emitieron los “Artículos del pacto solemne de sociedad y unión de entre las provincias que forman el Estado de Quito”. Esta, que fue la primera Constitución de nuestra historia. Fue aprobada el 15 de febrero de 1812 por “el pueblo soberano del Estado de Quito, legítimamente representado por los pueblos que lo forman”.

La Constitución Quiteña de 1812 fue una innovación jurídica y política en muchos sentidos. Aunque mantuvo la vinculación al monarca español (era muy temprano para la independencia radical), consagró el principio de la soberanía popular y la representación por elecciones, adoptó la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y reconoció varias libertades y garantías.

La Constitución no duró mucho. En pocos meses los quiteños fueron derrotados y las autoridades españolas se reinstalaron. Carlos Montúfar, el más firme sostenedor de la Junta y la Constitución, fue fusilado en la Nueva Granada. Pero quedó el gesto y el antecedente de nuestra primera Constitución, que está cumpliendo 200 años.

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