Desde ayer y hasta el martes 1000 delegados y 280 invitados se juntan en el Palacio de Convenciones de La Habana para el 7° Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
La reunión se ajusta a la celebración del aniversario 55 del carácter socialista de la revolución. Casi dos años después del derrocamiento del tirano Batista los guerrilleros fueron orientando su gobierno hacia el socialismo que cuajó en alianza con la Unión Soviética.
El primer Congreso del PCC se realizó en 1975 con la conducción todavía impetuosa y firme de Fidel Castro, hoy alejado del poder pero referente mundial de un sistema ya en decadencia. La Perestroika, la Glasnost, la caída del Muro de Berlín hicieron modificar el mapa geopolítico del mundo bipolar a esta nueva realidad confusa, todavía acaso en construcción con la insurgencia de China y su férreo comunismo con prácticas económicas capitalistas.
La revolución cubana acosada por un bloqueo comercial que intentó ahogar al sistema resistió. Sin embargo ese aislamiento dio el argumento ideal para el Régimen para denostar al imperialismo y fortalecerse en su encierro, siempre con el prestigio y la buena propaganda como referente a seguir en la izquierda latinoamericana cuando exhibía una salud pública de primer orden y educación para todos.
Pero las cuentas pendientes de la pobreza generalizada (no miseria extrema, como en muchos países vecinos) y sobre todo de la libertad, nunca se saldaron.
La visita del papa Juan Pablo II hizo abrigar a los opositores a Fidel esperanzas de cambio. La apertura ha sido mínima, y la incursión de emprendedores individuales todavía magra aunque hayan aterrizado hace décadas capitales para negociones como el turismo.
La histórica visita de Barack Obama, la mejora de las relaciones con EE.UU. abren nuevos tiempos, acaso muy tímidos para quienes quieren el fin de la revolución, peligrosos para los ortodoxos.
Vamos a ver si el 7° Congreso del PCC toma rumbos.