La palabra viene del latín “cum clavis” -que significa lo que se cierra con llave- y designa la reunión de cardenales a puerta cerrada para elegir Papa.
A partir de la expedición del “Universi Dominici Gregis” en 1996 quedó abolida la designación aclamatoria del pontífice por inspiración del Espíritu Santo y se optó por la votación individual y secreta de los cardenales. Triunfa el candidato que obtiene al menos dos tercios de la votación más un voto. Para llegar a esta cifra se pueden realizar hasta 24 votaciones sucesivas. Después de cada una de ellas se queman las papeletas. La chimenea de la Capilla Sixtina bota humo negro tras cada elección frustrada. Pero si se ha logrado elegir al Papa, la chimenea echa humo blanco, que la gente puede ver desde la Plaza de San Pedro. Inmediatamente el cardenal protodiácono anuncia a la multitud desde el balcón de la Basílica la elección del pontífice con la conocida fórmula: “Habemus Papam”. Y el nuevo jefe de la Iglesia imparte la bendición “Urbi et Orbi”.
La historia de los cónclaves es interesante. El papa Nicolo II en 1059 reservó a los cardenales el derecho de elegir al pontífice. Pero después de la muerte de Clemente IV, en 1268, los 18 cardenales de ese tiempo no pudieron ponerse de acuerdo y la vacancia del trono de San Pedro duró más de un año. Entonces san Buenaventura sugirió que se encerraran los cardenales bajo llave para tomar la decisión. El primer Papa elegido de esta manera fue Gregorio X.
A partir de esa época los cardenales se reúnen bajo llave para elegir al Papa -desde la elección de Juan Pablo I sólo asisten al cónclave los cardenales menores de 80 años-, y se realizan dos votaciones en la mañana y dos en la tarde.
La elección de Papa ha sido siempre muy compleja por la vorágine de discrepancias teológicas, intereses políticos, cabildeos y pactos que bullen en el interior del cónclave.
Terminada cada elección, se queman las papeletas. Y la tradición manda que al efectuar la quema se utilice paja seca, para que el humo negro comunique que no se ha podido aún elegir Papa, o paja húmeda para que el humo sea blanco, en caso de que la elección se hubiere realizado exitosamente. Son las célebres “fumata negra” o “fumata blanca” que suele ver la gente desde la Plaza de San Pedro.
A pesar del secretismo que imponen las autoridades vaticanas, siempre se fugan informaciones de lo que ocurre dentro de las puertas cerradas. La revista italiana “Limes” publicó en septiembre 2005 varios secretos de la elección de Benedicto XVI: cenas, reuniones, negociaciones y cabildeos entre los cardenales, en medio de una división de opiniones que bloqueaba la elección del pontífice conservador. El bloqueo sólo pudo superarse gracias a la renuncia del cardenal argentino Bergoglio a su opción de ser el primer Papa latinoamericano.