¡Compórtate a la altura!

¡Felicitaciones a uno de los grupos editoriales más grandes del país! Toma en sus manos una campaña que nos devolverá la cercanía al cielo, la más importante y necesaria para la metrópoli con el mejor y más moderno aeropuerto, sin carreteras ni puentes, lleno de deprimidos, a medio construir, por todo lado, con un metro a un futuro cercano o, por lo menos, con paradas para el mismo. Toma la bandera de un proyecto base, sobre el cual se construye una ciudad, la cultura, el buen comportamiento, el famosísimo buen vivir.

La gente piensa que puede hacer pipí en la entrada del aeropuerto, en las esquinas de las avenidas, al pie de los monumentos como iglesias y otros en el primer Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Los taxistas creen que las puertas de sus autos son urinarios y nadie va a sentir disgusto, ni los usuarios que puedan tener contacto con residuos, ni quienes pasan cerca y los ven. Gracioso, que los equipos de trabajo de mantenimiento de parques y jardines, lleguen a realizar sus labores y antes de ponerse manos a la obra, en el mismo parque o en los parterres contra los árboles, a vista y paciencia de los habitantes y de, imagino, un supervisor, abren su bragueta, sin vergüenza alguna y, ¡adelante con sus necesidades! A todos nos habrá pasado, ¿pero les ha pitado el inculto de atrás cuando uno para en los pasos cebras para dar paso a los peatones? Seguro que sí y seguirá pasando. ¿Lo de Ripley? Frenada, sin moverme, frente a uno de estos pasos, cuál no sería la sorpresa cuando me encuentro con un policía a mi lado, ¡pitando desaforado porque estaba obstaculizando el tráfico! Le regresé a ver de pies a cabeza, incrédula. Hacia delante, autos más allá del paso peatonal y el semáforo en rojo, personas sobre las líneas blancas y el oficial quería que yo pise el acelerador. Imposible de creer, pero más cierto que el mismo aire que respiro.

Quería que prenda las hélices y ¿vuele sobre el tráfico al que nos vamos acostumbrando? Hacía cola en el IESS para un trámite, cuatro jóvenes revoltosos, bien sentados en las sillas de espera y al tiempo varios adultos mayores de pie. ¿Se inmutaron? Para nada, me puse de pie y cedí el puesto, siguiendo mi ejemplo sólo otras mujeres.

Muestra de lo que sucede a diario en buses y otros lugares. De poca altura, ¿verdad? Preferiría no mencionar los escupitajos. Tremenda grosería, desgracia para la ciudad y que nos pone a la altura del piso; de ruido desagradable y ni hablar de los residuos corporales sobre las veredas, provenientes de señores enternados, jóvenes en jeans de última moda y desgraciadamente, gracias al ejemplo, hasta en niños pequeños.

Bien por EL COMERCIO, sólo falta la réplica de la ciudadanía y más importante, del Municipio capitalino que tiene que ir más allá y uniéndose, pretender llegar más allá el cielo.

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