Desde hace algunas décadas muchos han advertido que la identidad del Ecuador está en peligro. En algunos aspectos, se ha dicho, se está perdiendo lo nuestro y avanzan las costumbres extranjeras, especialmente las de los grandes países capitalistas.
El mejor ejemplo que se exhibe es el de nuestra comida nacional, que parece está dando paso a lo que venden las grandes cadenas, en su mayoría de origen norteamericano. Desde hace años, las gaseosas, han desalojado a la chicha de granos o a los jugos o “aguados” tradicionales. Hamburguesas y pollos de aquellas cadenas aparecen en cada esquina y no solo venden mucho a los transeúntes, sino que se los pide a domicilio. La comida tradicional requiere mucho esfuerzo y cada vez se la prepara menos. Eso trae consecuencias como que la dieta es cada vez menos sana y aumentan los excesos de colesterol y la obesidad.
Pero, sin negar que la “comida chatarra” es peligrosa y debemos tener cuidado con ella, no parece cierto que los ecuatorianos estamos dejando de comer comida nacional, que nuestros platos típicos están desapareciendo. Al contrario, si bien algunos platos nuestros se preparan cada vez menos, como el “champuz” o el dulce de ocas, otros elementos básicos de la comida ecuatoriana están en auge y se preparan y venden más que nunca. No están desapareciendo.
El cebiche, por ejemplo, hace cincuenta años se comía solo en algunas mesas de la Costa. Ahora es plato genuinamente nacional, que se sirve en los restaurantes y las casas privadas de las cuatro regiones y todos los niveles sociales. La “colada morada”, típica de finados, no solo se prepara en los hogares. Se puede adquirir en los supermercados. Y las “guaguas de pan” se venden más que nunca. Las grandes cadenas ofrecen los ingredientes de la “fanesca” de semana santa o la venden ya preparada. Y la gente la compra mucho.
Junto a la comida llamada “americana” ahora se vende fritada, hornado, cascaritas, motes, tamales, humitas o “choclotandas”. Un buen caldo de manguera, seco de chivo, guatita o un bolón de verde tienen muchos clientes, no solo en “huecas” populares, sino en restaurantes caros, que también promocionan comida nacional. La gente defiende su identidad y cultura. Y en no pocos casos, el “mercado” ha contribuido a ese éxito.
La comida nacional no va a desaparecer. Pero hay tareas pendientes para preservarla y difundirla mejor. Se debe rescatar platos que están desapareciendo. Los preparados con ocas o camotes, por ejemplo. Además, es preciso que nuestra repostería evolucione, que se creen nuevos platos de “fusión”. La comida ecuatoriana es buena, pero debe desarrollarse una “escuela culinaria” que la ponga en el nivel internacional. Es un compromiso de todos, desde las amas de casa hasta las universidades.