Problema de olor desagradable, pero real. Atañe a la sociedad en general; y, por lo que se puede ver, también a Quito, capital de la República.
EL COMERCIO, en su edición del 9 de diciembre de 2014, se ocupa del escaso y mal servicio de baños públicos en las vías del país. Esta vez, es conveniente referirse a lo que acontece en la gran ciudad, carente también de suficientes servicios públicos de higiene.
Este es un problema recurrente. El doctor Isidro Ayora Cueva, presidente constitucional del Ecuador desde el 9 de octubre de 1929 hasta el 23 de agosto de 1931, previamente fue presidente del Concejo Municipal de Quito.
El erudito historiador doctor Estuardo Muñoz Borrero, en su libro intitulado ‘En el Palacio de Carondelet’, respecto al doctor Ayora y su paso por la Municipalidad, anota: “Presidente del Concejo Capitalino, su principal preocupación se endereza a dotar a Quito de servicios públicos y sanitarios”.
Un caballero cuyo nombre se escapa, publicó hace 40 años o más un opúsculo sobre personeros municipales y al referirse al doctor Isidro Ayora destacó su labor en beneficio de la población quiteña dotándola de servicios públicos sanitarios y señalando, con detalle, los lugares en que los hizo instalar.
Cuando en ejercicio del periodismo lo leímos, nos pareció una banalidad. Todos éramos jóvenes. Pero al pasar los años se aprecia que, a partir de cierta edad, hombres y mujeres ya no pueden realizar el acto heroico e imposible de “aguantar” la necesidad biológica y necesitan sanitarios cercanos y limpios. No los hay. Por ejemplo: en el amplio parque El Ejido hay dos casetas con este servicio y, de pronto, el parque se llena con centenares o miles de personas que arriban a Quito para concurrir a manifestaciones políticas. Lo único que pudieron hacer es dotar servicios temporales conectados a la red de alcantarillado y ubicados dentro de una carpa. Este es un parque de recreación muy concurrido. Si los que vivimos en Quito no conocemos dónde están las dos casetas, menos se puede esperar que los extraños las conozcan.
Es bastante fácil atribuir la satisfacción biológica a “mala costumbre”, “falta de educación”, etc. Pero educados o no, deben satisfacer su necesidad. Los hombres se acercan a una pared y lo hacen. Eso es considerado inclusive como causa de sanción. Si es en los parques, se acercan a los árboles. En una u otra parte, el olor queda. Pero ¿se han puesto a meditar sobre la necesidad de ocupar un servicio sanitario por las damas? Ellas no pueden hacer lo mismo. ¿Deberán sacrificar su pudor ante el público?
La ausencia de servicios limita la asistencia de personas mayores a los amplios actos públicos, con más razón si padecen de alguna deficiencia.
Es hora de que la Municipalidad “revolucionaria” de la capital se ocupe y subsane este gravísimo problema.