En una imagen de fondo negro, acompañada por el ruido de las hélices de un helicóptero, aparece una fecha: Julio 22, 1987. Un segundo después irrumpe la voz del narrador: “Tres helicópteros del Ejército ecuatoriano vuelan hacia la selva en el Parque Nacional Yasuní. Su misión es rescatar los cuerpos de los misioneros monseñor Alejandro Labaka y la hermana Inés Arango. Alejandro e Inés son encontrados a pocos metros de una casa Tagaeri, un grupo indígena no contactado perteneciente a la nacionalidad Huaorani. Sus cuerpos están atravesados por decenas de lanzas…”
Alejandro Labaka llegó en 1965 a trabajar en la selva amazónica ecuatoriana donde conoció a los Huaorani. Convivió con esta tribu durante más de veinte años. Trabajó con ellos en un proceso de alfabetización y dedicó buena parte de su vida a aprender su cultura, idioma y costumbres. En las labores misioneras de la Amazonía lo acompañó Inés Arango, una monja colombiana que arribó al Ecuador en 1977.
La imagen de la choza Tagaeri, emplazada en la mitad de la selva, en medio de ninguna parte, es desoladora. Allí, en el interior de esa jungla espesa, profunda y misteriosa, junto a la cabaña que aún permanece de pie, están los cuerpos de los misioneros. Las tomas siguientes estremecen, no solo por el hallazgo de los cadáveres y por la incursión armada de los soldados que en un acto de ira, rebeldía o miedo, disparan contra la choza hasta destruirla, sino y de manera especial porque en aquella espesura insondable, entre los intersticios de millones de hojas, plantas y vida, posiblemente hay unas miradas curiosas acechando a los visitantes, ojos deslumbrados o atemorizados por el ruido de las armas de fuego, por aquel estruendoso aleteo del helicóptero, por la presencia de esos extraños hombres que han llegado hasta su hogar, otra vez, para recoger a los otros invasores.
Un hombre de voz serena y apacible, el misionero capuchino José Miguel Goldamaz, amigo de Labaka, recuerda los trágicos momentos en que vio los cadáveres: “¿Y ahora qué hago yo con todo esto?” Hace entonces un ademán de sacarse la boina y de dejarla en el suelo. “Alejandro, yo me quedo aquí…”.
‘Labaka’ es un magnífico documental, escrito y producido por el cineasta Carlos Andrés Vera, que reúne las interrogantes, denuncias, reflexiones, y, por supuesto, algunas respuestas, sobre los motivos que llevaron a los misioneros a internarse en la selva para intentar salvar aquel pueblo indígena en aislamiento voluntario de la inminente incursión de las compañías petroleras en sus tierras.
Como ya lo hizo antes con su documental “Taromenani”, Carlos Andrés Vera vuelve a llamar la atención sobre los pueblos no contactados, quizás los últimos del planeta, a los que hemos despojado de sus tierras, a los que, quizás, hemos exterminado. Y lo hace de la forma más impactante y brutal, en un homenaje conmovedor a Labaka y Arango, los misioneros que por puro amor y sacrificio, intentaron salvar a ese pueblo de una muerte segura.