En enero 2007, primer mes del gobierno de Correa, el Ecuador produjo 517 mil barriles diarios. Diez años y unos meses más tarde, en mayo 2017, último mes de Correa, se produjo 533 mil barriles diarios. En números redondos, la producción se mantuvo estable en todo ese período y eso es escandaloso.
El escándalo viene de algo muy simple: entre 2007 y 2017 el precio del barril llegó a niveles astronómicos, pero nuestra producción no creció. Fue una manera más para “perder” la década perdida.
Veamos los detalles. En realidad, la producción en esos diez años no se mantuvo tan estable (hubo algunas subidas y bajadas), pero en términos generales estuvo en un promedio de 520 mil barriles diarios. Y eso a pesar de que en los años inmediatamente anteriores (2002 – 2006) habría crecido en 36%.
¿Cómo logramos desperdiciar esta oportunidad, cuando en esos años el barril tuvo sus precios más altos de la historia? Porque en junio 2008, por ejemplo, llegó a USD 117 por barril (133 dólares actuales, ajustados por inflación) o, el promedio entre 2011 y 2014 fue de USD 101 actuales. Pero a pesar de esos precios altos, la producción no creció.
La respuesta sencilla es que se invirtió muy poco, pero eso nos lleva a buscar la razón para esa escasez de inversión, lo que, a su vez, tiene dos explicaciones. La primera es que el Estado invirtió poco y la segunda que las empresas petroleras privadas hicieron lo mismo.
Si el Estado invirtió muy poco en el sector petrolero es porque tenía otras prioridades y prefería destinar sus recursos a temas que producían votos en lugar de aquellos que producían barriles. Además, el concepto de “producir” les era bastante ajeno a muchos de los altos funcionarios de la época.
La razón por la que las petroleras privadas invirtieron poco es porque el gobierno creó todos los incentivos necesarios para que se despechen y no se esfuercen por producir más. Sobre todo, les cambió el marco legal, les dejó con una menor participación sobre lo que producían y entabló juicios con algunas de ellas. En lo relativo a la participación, si en 2006, las empresas recibían en promedio el 81.5% de lo que producían, para 2017 sólo recibían el 46%.
Obviamente, quién se quedó con la diferencia de la producción y, además, con la producción de algunos campos que antes manejaban las empresas privadas, fue el gobierno que, fiel a su máxima de que “producir no importa, lo que importa es distribuir”, pasó de retener el 59% de lo producido en 2007 al 90% de lo producido (a nivel país) en el 2017.
Se quedó con una proporción más grande de una producción estancada. Otra hubiera sido la realidad económica si se creaba el ambiente necesario para quedarse con una participación igual, pero de una producción creciente. Pero los olmos no dan peras.