Los prestidigitadores

Hay que admitirlo, son buenos haciendo lo que hacen. Qué arte, qué gracia, qué donaire… Madre mía, cuánta experticia. Los prestidigitadores que administran nuestro país desde hace casi 10 años saben cómo mantenernos entretenidos (al parecer, para eso les pagamos), sin dejar que nos ocupemos de nada de lo que de verdad importa. Para eso están ellos.

Ni bien estamos empezando a tratar de entender qué mismo pasará con la Ley de plusvalía, o sea los efectos que tendrían estas reformas en nuestros abultados, medianos o escuálidos patrimonios personales/familiares/empresariales y zas que se sacan de la manga la pelotita del encaje bancario.

Y el encaje sí que entretiene, porque es todo un misterio. Nos deja intrigados, pensando qué será lo que quiere hacer el Banco Central con nuestra plata ahí congelada; o al menos eso dicen los custodios. No se entiende nada, la verdad, pero son las cosas que tiene el entretenimiento del siglo XXI.

Con ambos temas ya tenemos para aguantar al menos tres semanas de entrevistas de radio y televisión, y columnas de opinión en la prensa. Así nos mantienen ocupados y pendientes de cuanta frase sesuda o meme ingenioso aparezca al respecto. En fin, que llegaremos al 2017 ligeritos, como en una nube, sin enterarnos ni ocuparnos de nada (para eso están ellos).

Pasaremos estos últimos 18 días del 2016 anestesiados entre intercambios de amigos secretos, empachos de novena familiar y estrés de regalos de último minuto, mientras los prestidigitadores de la rama legislativa harán y desharán siguiendo el libreto del show. Son magníficos, cuánto sentido de la oportunidad; manejan con maestría eso que los gringos llaman ‘timing’.

No me canso de elogiarlos, son geniales. Y es comprensible tanta creatividad, porque para ellos es mucho menos costoso políticamente que tengamos la mirada y la cabeza en estos asuntos, en lugar de en las denuncias de presunta corrupción alrededor de algunos negocios petroleros; esas que unos agoreros soltaron en medio de la fiesta y amenazaban con arruinar el farrón del siglo.

No me da la imaginación para entender cómo lo hacen. En serio, ¿cómo lo logran? (si quieren responder, saben a dónde escribir). Son increíblemente recursivos. Nos mantienen con la adrenalina a mil, saltando de un tema a otro sin aburrirnos jamás. A mí, por ejemplo, me tenían en vilo con ese maridaje electrizante: platas-petróleo-traiciones; pero era una adrenalina medio nociva, debo decir, como la que producen las películas de terror. Porque, efectivamente, era una historia de terror, porque las platas y el petróleo son (o para ser precisa: eran) nuestros.

Creo que voy a convulsionar de tanta admiración, señores, y no tengo nada más que decir, solo que los aplaudo de pie. Bueno, una cosa más: ¿Cómo lo logran?

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