Se dice por parte de algunos autollamados heterodoxos, socialistas, revolucionarios y ahora “académicos”, que la política económica debe llevar a la igualdad, afirmando con ello que la inequitativa distribución de la riqueza es el gran problema a resolver. Sucede que la libertad es la madre de todos los derechos de los ciudadanos y siendo todos diferentes, como de hecho lo somos, es imposible alcanzar la igualdad. La única forma es violentar los derechos de propiedad privada de las personas, quitar a los que más tienen para que el Estado distribuya a todos de acuerdo a su decisión. En ese caso estaríamos frente a un sistema no solo socialista sino comunista, donde lo privado se transfiere al Estado para que él decida qué hacer. Por lo tanto, no se debe hablar de la igualdad como un fin de la economía, el objetivo es el bienestar de las personas que en nada empata con la igualdad.
Cada persona tiene derecho a decidir su futuro. No es ni debe ser el Estado quien decida por nosotros. Por esa razón, el rol del Estado debe ser proveer a la población de servicios públicos eficientes como educación, salud, seguridad social, seguridad ciudadana y justicia, conjuntamente con un sector privado próspero y dinámico que genere empleo y permita reducir y eliminar la pobreza. Esa libertad de elegir de las personas bajo un indiscutible entorno donde todos tengan las mismas oportunidades es lo que permite el progreso de las naciones. Siempre habrán ricos, no obstante, la política económica debe dirigirse, no a quitarle a nadie nada, sino a garantizar que todos estén mejor, que progresen, que tengan los servicios públicos dignos y eficientes que merecen, siempre amparados en los principios de libertad y democracia. Que tengamos trabajo, que tengamos salud pública eficiente y de calidad, que podamos transitar sin riesgos a nuestra integridad personal, que podamos disfrutar de una jubilación digna y que la justicia nos proteja por ser ésta independiente y eficaz. Esos deben ser los objetivos de las políticas públicas, no igualar hacia abajo.
Hay un indicador que mide la distribución de la riqueza que se denomina Coeficiente de Gini. Cuando éste es igual a cero, la desigualdad no existe. Cuando es igual a 1, la desigualdad es total, es decir, no existe igualdad. Cuando este indicador se acerca a cero no hay que de festejar mucho, porque puede mostrar que hay cada vez más pobres aunque hay más igualdad. Todos parecidos pero abajo, en la pobreza. Los países “socialistas del siglo 21” son los más inequitativos, pues solo los del poder político están bien, el pueblo está en el suelo.
La mezquindad, la envidia y la mediocridad juzgan a la riqueza. Si ésta se logra respetando la ley y los derechos de los trabajadores, siendo solidario, protegiendo el medio ambiente, ¿cuál el problema? Si la riqueza viene de la corrupción o el abuso, pues que la justicia y la ley actúen como deben.