Pese a que el Ecuador ha atravesado durante los 10 últimos años por una de las épocas de mayor bonanza económica en su historia, lo cual ha permitido la construcción de nuevas escuelas y hospitales, carreteras y obras de infraestructura pública (algo que repiten hasta el cansancio los funcionarios de gobierno), los avances en términos de cultura y, particularmente, de promover el pensamiento crítico a través del fomento de la lectura son deplorables.
De acuerdo a los datos que mantiene el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) de la UNESCO, en Ecuador se lee aproximadamente 0,5 libros al año por persona. Países como Chile o Argentina, por ejemplo, registran una cifra de 5,4 y 4,6 libros al año respectivamente.
El porcentaje de la población lectora en América Latina, según esta misma organización, ubica a Argentina con un 85%, Chile con 82%, Brasil y México con 78%, Colombia con 77% y Ecuador con el 43%. De ese porcentaje significativamente menor de personas que leen en nuestro país, el 52,2% prefiere libros, el 37,7% diarios o periódicos y el 3,7% revistas. No me pregunto sobre el tipo libros, periódicos o revistas que leemos, porque posiblemente, si ponemos atención al tipo de material que ahora se exhibe preferentemente en las librerías (autoayuda, sagas para jóvenes, etc), sería como para sentarnos a llorar.
Es cierto que a medida que se ha ampliado y masificado el uso de dispositivos electrónicos como teléfonos inteligentes o tablets esto no ha favorecido la lectura de medios impresos. Sin embargo, eso no ha hecho que estemos más informados (tal vez sí de lo que pasa en la farándula) o que el nivel de conocimiento y criticidad sea mejor.
El nivel de lectura es también un indicador de desarrollo social. No solo el presupuesto invertido en “elefantes blancos” u hospitales que incluso hasta el día de hoy no alcanzan a cubrir las necesidades de la población.
No obstante, el presidente Rafael Correa, ya al final de su mandato, ordenó que se apruebe la Ley Orgánica de Cultura. Ley que, si hubiesen sido coherentes con los principios que pregonaban, debió aprobarse al inicio de este gobierno.
Tomen en cuenta que el Ecuador, junto a Bolivia y Paraguay, son los únicos países de la región que hasta el día de hoy no cuentan con un Plan Nacional de Lectura. Esto se ha incluido en la nueva ley. Este plan debería entonces fomentar la lectura a todo nivel.
Sin embargo, esto no es suficiente. A más de que el fomento de la lectura debería iniciar en cada uno de nuestros hogares, el papel de las escuelas, colegios y universidades es vital. De igual modo, debería fortalecerse la red de bibliotecas públicas, bajar los precios de los libros, ampliar la variedad de títulos en todos los campos.
Lo importante, al final, es cómo podemos tener ciudadanos más y mejor informados. Son la base de las sociedades y democracias modernas.