Anders Åslund
Project Syndicate
Emmanuel Macron logró una gran proeza electoral. En contra de todas las probabilidades, el centrista independiente ganó la presidencia francesa por un porcentaje decisivo, al derrotar a la populista de la extrema derecha Marine Le Pen – y vencer en el camino a la vieja guardia de la clase dirigente de la política francesa. Ahora, como su último acto de magia, Macron busca garantizar una gran mayoría en la Asamblea Nacional de Francia.
Sin embargo, determinar si Macron, un novato en la política, es algo más que solamente un mago electoral dependerá del éxito, o fracaso, del programa económico.
Los amigos de Francia, y de una Europa unida, sin duda sintieron alivio con la victoria de Macron. Y, durante los primeros días de su presidencia, el público francés lo respalda, también; una encuesta reciente sitúa su índice de aprobación en el 62%. Sin embargo, la buena voluntad puede disiparse rápidamente, por lo que Macron debe movilizarse para capitalizar en el mandato que recibió al principio, y debe lograr esto mediante la aplicación de reformas en la política fiscal, los impuestos, el mercado laboral y la educación, sólo por nombrar unas cuantas áreas donde se esperan cambios desde tiempo atrás.
Los problemas más inmediatos de Francia son el anémico crecimiento y la insuficiente creación de empleos. Durante los últimos 12 años, el PIB de Francia se ha incrementado en apenas un 1% anual, un nivel menor al mediocre repunte de la Unión Europea, mientras que el desempleo oscila justo por encima del 10%. Sólo cinco países de la UE – Croacia, Italia, Chipre, España y Grecia – tienen mayores tasas de desempleo que Francia.
Durante el primer período de cinco años de Macron él debe centrarse en aumentar el crecimiento del PIB de Francia para que alcance un promedio de al menos el 2% anual, y reducir el desempleo para que se sitúe por debajo del 6%. La forma más sencilla de lograr ambos objetivos sería concentrarse en las áreas donde Francia tiene un rendimiento menor en comparación con otros países de la UE.
Parte del desafío del desempleo está ligado a los costos ocultos. Francia tiene algunos de los más altos costos de mano de obra de empleados que trabajan por hora en la UE, y una consecuencia natural es el nivel poco entusiasta de contratación. Como la desigualdad también está creciendo, muchos franceses están convencidos de que se imponen más impuestos al trabajo en comparación a los que se imponen a las ganancias de capital. De hecho, los impuestos sobre la nómina de Francia ascienden al 19% del PIB – superando ampliamente la media de la UE del 13%. Este es un impuesto particularmente pernicioso, porque sólo los empleadores se ven afectados por el mismo. Por lo tanto, este debe ser el primer impuesto sobre el que Macron debe tomar acción y debe recortar.