La noche de la victoria del oficialismo en Argentina, un ecuatoriano subió a celebrar en la tarima junto a la plana mayor de Cambiemos: era el consultor político Jaime Durán Barba, que allá es conocido como ‘el gurú de Macri’ y cuyas exitosas técnicas políticas, más su atrevida manera de exponerlas, son identificadas con algo de ironía como ‘el duranbarbismo’.
Si para construir la imagen triunfadora de Macri, Durán buscó siempre lo que le acercaba más a la gente, es decir, a los electores, para delinear la suya de consultor estrella hizo exactamente lo contrario, lanzando cada y cuando frases provocadores, irritantes, muchas veces cínicas, pero nunca gratuitas pues no tiene un pelo de tonto. Ahora bien, ser un andino arrogante en Buenos Aires equivale a bailar en la tierra del trompo. Ello lo ha convertido en un personaje peculiar y famoso de la farándula porteña, donde conviven vedettes, políticos, futbolistas y periodistas. Famoso pero detestado. Detestado pero cada vez más respetado y admirado. Tanto así que días después del triunfo sobre Cristina y la mafia del peronismo dio una charla a un auditorio colmado de políticos y embajadores.
Allí condensó las tesis que ha expuesto en sus libros al afirmar que “la opinión pública es incontrolable y no reconoce jerarquías. Lo que domina es la fugacidad y la urgencia en la comunicación. Lo único que permanece es el cambio”. A partir de esta idea ha desarrollado técnicas de segmentación e investigación del electorado cada vez más sofisticadas, pues los factores que condicionan la votación son múltiples y muy alejados de las ideologías de otras épocas. Por eso, con tono burlón, Durán se declara hoy macrista-leninista pues también asesora a Lenín Moreno. Y afirma que Macri encarna la nueva izquierda.
Siempre me ha divertido escuchar a Durán pues detrás de la provocación hay cosas que te ponen a pensar. Por ejemplo: en que el concepto mismo de izquierda se ha vuelto tan deleznable como la foto del Che luego de que las fuerzas de la izquierda tradicional respaldaran a los aventureros y corruptos que ejercieron el poder en Argentina y Ecuador (y todavía lo ejercen en Venezuela) destrozando sus economías y sus instituciones democráticas. Ergo, cualquier político que sanee la situación puede ser visto como progresista.
En síntesis, digo yo, la misión histórica del chavismo, el kirchnerismo y el correismo habría consistido en arrastrar en su hundimiento a comunistas, socialistas y socialdemócratas, así como a varios movimientos sociales y a muchos intelectuales venales, de modo que nadie podrá hablar seriamente contra el capitalismo en muchos años. Nadie salvo Correa para quien las denuncias de la ineficiencia y la corrupción de su gobierno son inventos de una campaña diseñada por Durán. Lo que prueba que de autócrata a orate no hay más que un paso.