No tiene mucho sentido a estas alturas hablar de izquierda y de derecha: la globalización de la política, como la globalización de la economía, conduce a la uniformidad. Las mismas recetas aplican los socialistas, los socialdemócratas o los conservadores. En el mundo quedan pocos casos de sarro o decantación de doctrinas fascistas o comunistas como Cuba o Corea del Norte y pocos casos de populismos anticuados como los pintorescos populismos del Alba.
En el proceso electoral ecuatoriano solo hay gobierno y oposición, continuismo o cambio. Debido a que la revolución ciudadana está concluyendo con crisis y fracaso del modelo económico, todos ofrecen cambios, incluyendo el candidato oficial que ha hecho varios intentos por saltar del barco. Es difícil decir con seguridad cuál es la oferta de cada candidato, todos quieren apartarse de la “década ganada”, todos ofrecen cambiar. Qué cambiar, cuándo cambiar y cómo cambiar, encuentran más difícil establecerlo de manera concreta. Uno de ellos porque quiere ser igual al gobierno y diferente al mismo tiempo y los otros porque saben que es más fácil ofrecer que cumplir; suena muy bien anunciar que echarán unas leyes al tacho de la basura, pero resulta escabroso establecer la forma en la que lo van a hacer, con qué facultades, con qué mayoría con cuál procedimiento y en cuánto tiempo.
La revolución ciudadana se considera de izquierda y ha tratado de implementar las tesis de la izquierda, pero de la izquierda del siglo pasado; la revolución ha matado a la izquierda. ¿Cómo presentarse ahora de izquierda sin parecer absurdo, continuista y trasnochado? Por ello todos son ahora de derecha y ofrecen la recuperación del aparato productivo, la distribución del poder, la recuperación de la independencia judicial, el respeto a la libertad de prensa, la reducción de impuestos, el incremento del número de empleos, la promoción de la inversión nacional y extranjera, los acuerdos comerciales…
El gobierno es el que más impulsa a la derecha; parece que no quisiera ganar las elecciones. Cuando empieza la campaña electoral enviar a la Asamblea de sumisos un proyecto de ley de plusvalía, que desató protesta callejera, es la campaña más efectiva en contra de los candidatos oficiales, igual que los enredos con los casos de corrupción, igual que las contradicciones respecto del dinero electrónico en los bancos privados.
La derecha tampoco es la derecha esquinada de antaño, es una derecha reconciliada con los temas sociales, con la ecología, con la distribución de la riqueza. Vamos a decidir entre una derecha que quiere ser más izquierda y la izquierda fracasada que quiere correrse a la derecha.
A los electores no les preocupa la izquierda ni la derecha. Ven que los nuevos ricos exhibicionistas están en la izquierda y los que hablan del empleo y la pobreza son tildados de derecha.