La campaña electoral no da pie con bola. Ningún candidato ni candidata suscita emoción. La cifra de indecisos se mantiene inamovible desde hace meses. El candidato oficial va indetenible cuesta abajo. Los otros suben con lentitud.
La indiferencia hacia lo político se la atribuye al discurso cansino de los candidatos, que no conectan con la gente: lugares comunes, ambigüedades, propuestas vagas, tibias declaraciones frente a la corrupción y carencia de imaginación.
¿El sopor político, sólo se lo puede atribuir a los aburridos candidatos? No, hay algo más. La creciente crisis económica y los 10 años de correísmo han dejado una huella profunda en la gente, en su capacidad de lucha y en su psiquis.
Vivimos el chuchaqui del segundo boom petrolero. Transitamos del consumismo desbordante a la austeridad forzada. Y como toda resaca, experimentamos paralización, pereza y ganas de que nadie nos moleste. Luego de la farra, con temor, esperamos que la cruda realidad se nos venga encima.
También, en varios segmentos de clase media y popular, hay dolor y desilusión después del divorcio con el amado caudillo que prometió una utopía verde y honesta. En la práctica, se ha repetido la misma historia de siempre. O tal vez peor, porque Alianza País hizo lo mismo que la partidocracia, pero tocando fibras muy sensibles de la gente, manipulando sus banderas y símbolos: inclusión, ecologismo, interculturalidad, justicia social. Profundizó el extractivismo al calor de las canciones al Che. Entonces, la gente sintió traición y de una traición, pocos se levantan pronto. La mayoría vive la desconfianza por mucho tiempo. Hoy este es un pueblo desconfiado.
La división y fractura de la sociedad, generada por la revolución ciudadana, es más grave de lo que se supone. No solo están partidas organizaciones, sino también familias y amistades. Roto el tejido social, la energía política de la sociedad se apacigua.
El estilo autoritario y machista del régimen recargó nuestra memoria patriarcal y colonial. Todos somos más apocados, violentos y conservadores desde el 2007. Feministas cerca al poder son hoy sumisas. La docilidad y el miedo reducen la capacidad de lucha.
Las pruebas ENES, además de impedir el ingreso a la universidad de miles de jóvenes, bajó su auto autoestima y les inoculó un sentimiento de culpabilidad sobre su situación. El gobierno trasladó las fallas del sistema educativo a la psique del joven. Sin estudios ni trabajo se generalizó en ellos, la depresión, las salidas individuales y el rechazo a la política.
Además de desilusionada y deprimida buena parte de la sociedad tiene una bronca contenida. ¿Cómo, en el proceso electoral, volver a enamorar y entusiasmar a esta sociedad? Allí el arte de los candidatos. Sin embargo, pasarán años para que la gente supere el correísmo.