No son temas separados, están estrechamente vinculados. Me refiero a los lamentables sucesos ocurridos con hermanos ecuatorianos asesinados por criminales del narcotráfico y la guerrilla mientras cumplían sus deberes defendiendo al país e informando a la ciudadanía. Asesinatos que irrumpen la paz social y con ello pueden acabar con la economía y la propia política. Atado a esto se encuentra la fragilidad de la economía, la misma que ha flotado, e inclusive ha crecido, aunque de forma inestable, pero gracias al endeudamiento público que ahora enfrenta la realidad de haber superado el límite legal del 40% del PIB.
Sin paz no hay economía, ni sociedad, ni política. Por lo tanto, la prioridad actual del gobierno, sin discusión alguna, es concentrar todos sus esfuerzos en desterrar ese mal que empieza a crecer en el país que es el narcotráfico y la guerrilla. Pero esa guerra con la delincuencia, organizada o menos organizada, de alta gama por la magnitud de recursos que maneja, requiere de fondos y éstos ahora están atados al techo de la deuda del 40% del PIB, pues no hay ni ahorros ni liquidez del petróleo o de los impuestos. Todo está ya comprometido y, nos guste o no, se requiere de más deuda, ahora con más angustia que antes.
En esa realidad, no calzan ni las explicaciones confusas de las autoridades económicas ni las explicaciones rebuscadas para esconder la verdad del endeudamiento público. Ni la Contraloría, ni los analistas, ni el FMI, ni los bancos internacionales, ni nadie que brinde credibilidad, ni el propio Presidente, defienden que la deuda pública siga por debajo del 40% del PIB. Unos pocos desubicados, paradójicamente algunos parte del gobierno, siguen con el verbo de la deuda consolidada.
Es emergente que se inicie una agresiva campaña internacional para buscar cerrar un acuerdo con los multilaterales que nos permita oxígeno para la situación, tanto en la esfera económica como en las necesidades de gastos de seguridad. Esta campaña va a requerir de un programa económico en la magnitud, dirección y oportunidad adecuadas para poder concretar un acuerdo conforme a las actuales necesidades. El programa económico anunciado, en la mayor parte de sus postulados, va en la dirección correcta pero sigue siendo tibio, incompleto e insuficiente.
La necesidad de más endeudamiento no es posible con el tope del 40% del PIB que lo impide. Sin embargo, viabilizar nuevo endeudamiento público sin un programa técnicamente bien armado sería otorgarle al gobierno un cheque en blanco con impredecibles y nefastas consecuencias futuras. Estamos en un momento delicado, sensible y de inflexión hacia corregir los problemas o a profundizarlos. Que se decida lo que el país requiere no lo que la política quiere. Todo el país debe estar unido, pero el gobierno es el primero a dar muestras: una limpieza a su interior.