Trastorno de estrés post-correísta

Estamos tan ensimismados con los ecos del pasado, que parecemos haber aceptado como realidad irrefutable que no queda más remedio que postergar las decisiones para arreglar una economía que sigue haciendo agua. Mantenemos tan ocupadas las vísceras insultando al ex presidente y a sus colaboradores, que estamos produciendo pocas ideas para la supuesta ‘descorreización’ del Ecuador.

Es comprensible la avalancha tras la caída del dique contra la libertad de expresión y el desprecio a los derechos individuales y colectivos, pero hay que construir el post-destape. Hay que seguir exigiendo a la justicia que castigue a los corruptos en todos los niveles, pero es urgente ocuparse, por ejemplo, del escenario post-consulta para desmontar una institucionalidad destructiva.

Es posible que estemos sufriendo colectivamente un trastorno de estrés postraumático tras años de abusos sistemáticos durante la era correísta. Pero estamos en la obligación de procesarlo y superarlo, lo cual no quiere decir, ni de lejos, olvidarlo ni perdonarlo. La peor elección es seguir enajenados por el pasado, colectiva o individualmente. Debemos hacer que éste ocupe su lugar y volver la mirada hacia el presente y el futuro.

En el caso de los quiteños, quizás el trastorno postraumático nos haya impedido ver cómo en estos meses se han ido incubando problemas que ya son críticos. Los avatares judiciales y la gran política no nos han permitido ocuparnos de esa otra política, esa que se construye en el día a día para lograr una ciudad sustentable y bien administrada, con derechos y obligaciones.

Más allá de la megaobra del Metro y de las campañas sobre cambios radicales en el servicio de transporte público, tenemos un sistema ineficiente, caótico y contaminante, sin soluciones a la vista. Un manejo de la movilidad pensado desde la política y la propaganda no le traerá nada bueno a la ciudad. Y hay que decir que la responsabilidad no es solo de la Alcaldía sino del Concejo Metropolitano.

En su momento, se quedó muy corta la justificación de la dureza del invierno pasado para no haber hecho a tiempo la repavimentación y el bacheo, igual que hoy no hay justificación para haber permitido la crisis de recolección de basura. Es dudoso que la salida de los titulares de Emaseo, de Obras Públicas, de Transporte de Pasajeros y de Gestión de Residuos Sólidos se traduzca en soluciones reales.

La guinda del pastel es el alza desproporcionada de impuestos para un alto porcentaje de predios, con el objeto de cubrir una parte del financiamiento municipal. Si el Cabildo quiere más ingresos, puede comprar los inmuebles a sus dueños al precio de mercado y venderlos al precio del nuevo avalúo; nadie le hará competencia… Ya se nota cómo el trastorno pasa factura al presente y al futuro.

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