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Hasta antes del sismo del 16 de abril, la utilidad -más exactamente, la inutilidad- de los llamados enlaces ciudadanos había traído fuertes debates en las redes sociales. Paralelamente, colectivos ciudadanos lograron permearlos y rompieron su discurso unívoco; esa estrategia conspiró para que el Ejecutivo perdiera la iniciativa en una agenda ya de por sí complicada por la economía.
Poco después del sismo, los enlaces fueron materia de chantaje político por parte del presidente Correa: si la oposición apoya la Ley de Solidaridad, los elimino. También prometió eliminar una dependencia que en este momento de crisis se volvió un oxímoron: la del Buen Vivir. Acto seguido, y para variar, apareció un grupo de jóvenes en defensa de la tesis gubernamental: los enlaces son una rendición directa de cuentas.
Pero hace varios meses, los estrategas gubernamentales ya contaban con un estudio sobre estas sabatinas. Un muestreo nacional concluía que para casi la mitad de los consultados este tipo de comunicación ya no funcionaba, mientras que casi la cuarta parte aún los consideraba útiles, a condición de que experimentaran cambios de fondo y de forma.
Ahora que el Gobierno retoma la agenda informativa al copar el manejo de la crisis causada por el terremoto, parece que caerá en la tentación de mantener los enlaces en su esencia, pese a la resistencia que generan por su costo y su utilidad, y sobre todo su unidireccionalidad. Eso ratificaría que no hay respuestas frente a un nuevo momento en el que es fácil confundirse: que el sismo sea la ocasión para retomar la iniciativa informativa no significa que las cosas sean iguales que en los años de bonanza petrolera. Enfatizar el mensaje de unidad frente a la tragedia y aplicar una mano más férrea para mantener a raya a las redes sociales y a los medios definitivamente no alcanza.
Los hechos informativos se han multiplicado y el Gobierno lidia en varios frentes difíciles: no se trata del escenario monolítico para el que fueron diseñados los enlaces, las cadenas, las rectificaciones públicas y los ataques. A una economía en contracción se suman otros aspectos como el conflicto con las FF.AA. alrededor del Issfa y el mismo manejo de la reconstrucción. Es diciente la ‘aclaratoria’ sobre los nuevos horarios para el consumo de bebidas.
Ante este desbordamiento, que seguramente se multiplicará en la campaña electoral que se avecina, pretender que el manejo de la cosa pública pueda reducirse a una vocería semanal, así como al control y al ataque, es utópico. Precisamente la complejidad y la riqueza comunicacional es lo que define a las sociedades contemporáneas. Mientras en tono filosófico se afirma que las crisis son oportunidades para madurar,en la práctica se repite el libreto en una vana búsqueda de resultados distintos. Al final del día, siempre es fácil justificar que ‘genio y figura…’