¿Eran realmente talentosos los estrategas de la ‘década ganada’? A juzgar por las penosas tácticas y las lamentables producciones que hoy usan para atacar al presidente Lenín Moreno -por ejemplo, por acordar con la banca privada el manejo del dinero electrónico-, se puede concluir que su “genialidad” fue fruto de la abundancia de recursos y del poder, antes que del talento.
Al buen estratega se lo conoce porque sabe medir el terreno y emplear bien los pocos o muchos recursos con que cuenta, incluso cuando está en retirada o a la defensiva. Pretender parapetarse en supuestos principios revolucionarios para defender al vicepresidente Jorge Glas es una apuesta audaz pero a la vez suicida, porque ese corporativismo se hace añicos frente a la evidencia de un manejo irresponsable del sector energético.
Las refinerías de Esmeraldas y del Pacífico, Monteverde, Bajo-Alto, el poliducto Pascuales-Cuenca son el comienzo de la lista. Todavía no se ha hecho una evaluación a fondo de las obras hidroeléctricas, pero Toachi-Pilatón y Manduriacu son ejemplos de que el modelo que dio lugar a sobreprecios y corrupción es el mismo. Aparte de tiempo, ¿qué se gana con esconder al responsable?
Otro capítulo pendiente es el de las preventas petroleras: más temprano que tarde se sabrá quiénes se beneficiaron del esquema que permitió que el petróleo se vendiera más barato a los acreedores que a otros compradores. ¿Y qué decir de la metida de la mano en la justicia? Demasiadas responsabilidades juntas y pocos recursos para volver a aplicar la máxima hitleriana de que, mientras más grande es la mentira, es más creíble.
Pero no son solo los estrategas. También ofende ver la actitud de los otrora poderosos personajes de la llamada revolución; se muestran incapaces de entender el nuevo momento del país y quieren seguir comportándose como si fueran los dueños del balón. Nunca maduraron y nunca tendrán vida política propia. Nada más cómodo que quejarse con papá para que resuelva el problema.
Si bien Moreno ha sorprendido en sus primeros cien días al plantear una agenda de ruptura con el autoritarismo de diez años y de distanciamiento con la corrupción, tiene una durísima tarea para sanear una economía espoleada y dependiente y para hacer reformas institucionales básicas como la desaparición o la neutralización del llamado Quinto Poder.
Quienes ahora están dedicados a los berrinches, ¿están dispuestos a dar salidas al entrampamiento al que llevaron al país, más allá de los ‘principios’? Pero Moreno tiene otro escollo no menos grave: es posible que el llamado al diálogo haya sido tomado por otros grupos de inmaduros como la oportunidad para defender sus intereses corporativistas.
¿Cuál es la vía, Asamblea o consulta? El tiempo apremia. Los segundos 100 días serán aún más cruciales.