Las relaciones internacionales han cambiado sustancialmente desde el Tratado de Westfalia de 1648, en donde se sentaron los principios que generaron lo que conocemos como Estados nación.
Esos principios no son otra cosa que una forma elemental de organización política con un territorio con fronteras definidas, una población y un gobierno.
Casi tres siglos y medio han pasado, y nos encontramos en un mundo globalizado donde el concepto de la soberanía nacional ha cambiado.
Más de 193 Estados miembros de la Organización de Naciones Unidas compiten. Colaboran y se confrontan por avanzar en los intereses de sus pueblos, única razón de existir de los Estados nación.
No es el Estado el que debe primar sino la nación, es decir su pueblo, los seres humanos que lo conforman, y no sólo como un colectivo, sino cada individuo, hombre o mujer con derechos humanos intrínsecos.
En un mundo interdependiente e interconectado, nuestros compatriotas laboran en 176 países y han enviado a sus familias más de dos mil millones de dólares durante el año 2017, lo que ayuda a sustentar la economía nacional dolarizada y puede superar la inversión estatal en algunas regiones del país.
Los millones de ecuatorianos que residen principalmente en Estados Unidos, España, Italia, México, Chile y los demás 171 países deben ser considerados cuando se toman decisiones estatales de política exterior.
Debe haber claramente una política exterior que anteponga los intereses del pueblo.
La amplitud de las relaciones entre los seres humanos ha superado con creces las relaciones entre los Estados.
La enorme diversidad de vinculaciones sociales, políticas, culturales, comerciales, económicas, religiosas, tecnológicas y de toda índole hacen de la sociedad ecuatoriana un caleidoscopio de encuentros entre seres humanos alrededor del planeta.
Hoy la tecnología permite la comunicación con personas en todos los confines del mundo y la generación de relaciones humanas impensables hace algunos años.
La política exterior de un Estado ya no tiene injerencia solamente en la población que vive dentro de sus fronteras; también afecta a los compatriotas que luchan denodadamente por mejores días para sus familias y seres cercanos en esos 176 países que hemos citado.
Lo que los actores políticos nacionales locales deben saber es que sus expresiones y actos son conocidos en el extranjero e influyen en la vida de todos los ecuatorianos, aquí y en el exterior.
Los Estados receptores de nuestros compatriotas migrantes los miran en el espejo de las acciones de sus autoridades, por lo que se impone una visión más cosmopolita de nuestras relaciones internacionales en la que se privilegie al ser humano y no los intereses políticos del momento.