Columnista invitado
Tras la consulta de mayo de 2011, en 129 cantones se prohibió matar animales en espectáculos públicos. A pesar del pronunciamiento de los ciudadanos en las urnas, la afición por las peleas de gallos y la sangre en el ruedo se mantiene en el país; y se mantiene, sobre todo, en el escenario político. El insulto, la pelea, el agravio gozan de buena salud. ¿Será la inclinación por la bronca parte de la arraigada cultura machista que, pese a los cambios, perdura aún como tendencia generalizada en las sociedad ecuatoriana?
Los ciudadanos soportan cada semana esos espectáculos, aunque en 129 cantones no se derrame la sangre del bicho en el ruedo, ni muera en el palenque un gallo herido por las espuelas de su contrincante. Claro que, en este último caso, tampoco se conoce cómo se cumple la prohibición de la muerte, salvo que las aves de las peleas sean más inclinadas que los ciudadanos a cumplir sin trampas las leyes.
En estos días la pelea no tuvo como escenario una gallera, sino la reunión de los mandatarios de Unasur cuando se rendía homenaje al presidente uruguayo José Mujica. El intencionado elogio de la Vicealcaldesa de Guayaquil al Mandatario, de quien destacó que no habría tomado la vía de la vengativa revancha, causó una airada respuesta del presidente Correa. Y después, en la sabatina, descalificó como representante de su ciudad a la señora Doménica Tabacchi por ser guapa, rubia, de ojos claros y nombre extranjero. ¿Es una razón seria y justa? ¿No resulta discriminatoria y baja?
Sin embargo importa preguntar más bien si esos ataques ayudan a construir ciudadanía, mejoran la democracia, sirven para algo más que satisfacer egos vanidosos e intolerantes.
Mientras la atención se distrae con el espectáculo de peleas de gallos y diversiones afines, pasan a segundo plano otros temas. Para muestra, basta el botón de los cambios constitucionales. Pasó de agache la decisión de la Corte Constitucional de dar luz verde para que la Asamblea procese como enmiendas 16 cambios a la Carta Fundamental. Entre ellos, reformas transcendentes como la reelección presidencial indefinida, o la comunicación como servicio público -una iniciativa que la dictadura de Franco se anticipó en estrenar en España en 1938- o la alteración parcial de la función de las FF.AA. Estos cambios pueden modificar de forma sustancial la democracia.
Pasó de agache la decisión del Consejo Electoral de negar los formularios a movimientos de oposición que se proponían recoger firmas para pedir una consulta sobre la reelección indefinida. Responder que primero se pronuncie la Corte Constitucional es un círculo vicioso, como el cuento del gallo pelón.
Y si pasamos al campo económico, antes que seguir entretenidos por las fintas poder, ¿no es más importante que se conozcan y debatan las alternativas para sortear los tiempos de vacas flacas por la caída del precio del petróleo por debajo de los optimistas cálculos?