La semana trajo la noticia de la muerte de dos personas -personajes- de distinta condición, de generaciones y continentes diversos y actividades disímiles, pero que dejaron huella y merecen un recuerdo perdurable.
Hablamos del científico Stephen Hawking y de la activista social Marielle Franco. Con ambos personajes de experiencia de vida y libreto distinto en el tinglado de este mundo se aprende que la constancia y la lucha por las convicciones merecen la pena.
Para recordar al inglés cabe reproducir un texto que acompañó a la caricatura de Pancho Cajas en su reciente libro Homo Sapiens.
‘En 1942 nació en Oxford uno de los científicos más sorprendentes de nuestro tiempo. Hawking es físico, astrofísico, cosmólogo y teórico, experto en singularidades espacio temporales, formulador de la tesis de la relatividad temporal, y elaborador de la teoría de los agujeros negros. Es biólogo y conocedor de mecánica cuántica.
Hawking, hijo de un biólogo, estudió ciencias. Enseguida profundizó en la física. Su obra literaria más difundida es La breve historia del tiempo. Estudió en Oxford y en Cambridge (…). Hawking padece una enfermedad moto neural que le llevó a una esclerosis lateral amiotrófica. Casi le ha paralizado totalmente y es degenerativa. No habla porque no puede articular palabras pero se comunica por un sistema de alta tecnología que transforma sus pensamientos en una computadora que genera voz artificial’.
Marielle Franco, con 38 años, fue asesinada a tiros en Río de Janeiro, ciudad en la que era concejala. La reacción por su muerte volcó a miles de personas a las calles para protestar por su muerte y contra la violencia que cunde en esa bella y violenta ciudad.
Franco protestaba por la intervención militar en las favelas, su vida fue testimonio de su lucha y su frase: ‘¿Cuántos más tienen que morir para que esto acabe?’ quedará como epitafio. Acaso si dejamos que su lucha se olvide vaya a parar a algún ‘agujero negro’.