Ecuador atraviesa por un período de preocupantes turbulencias por la crispación política y sobre todo por la gigantesca ola de corrupción que podría tirar abajo su frágil institucionalidad.
En ese contexto de podredumbre y desconfianza aparece un personaje clave que puede rescatar al país o terminar de hundirlo: el Fiscal General.
El titular de esa institución, Carlos Baca Mancheno, hasta hace poco cercano asesor del ex presidente Correa y, por lo tanto, se supone que amigo y con similares ideas políticas, tiene a su cargo una oportunidad ética e histórica: hacer una efectiva labor de investigación seguida de las acusaciones a los corruptos que han merodeado el poder durante la última década llevándose millones de dólares del pueblo ecuatoriano.
Baca Mancheno llegó a la Fiscalía, no nos engañemos, tras un proceso de selección poco fiable y por su afinidad con la Revolución Ciudadana.
Pero una vez que ha asumido esa función en circunstancias tan complejas, con un país descompuesto por la corrupción y con una institucionalidad hecha a la medida del gobierno, está obligado a despojarse de todas sus afinidades políticas, de sus condicionamientos y, sobre todo, del poder y de los intereses que le acechan. Debe centrarse en la objetividad de los hechos, en una absoluta neutralidad y en la transparencia.
Sobre Baca Mancheno pesa en buena medida, no exagero, el futuro del país.
Si no se aclaran todos los atracos sin importar el nivel de sus responsables, el Fiscal General quedará manchado de por vida por su viciada gestión y el Ecuador más hundido de lo que ya está.
Si, por el contrario, es inmune a las presiones y a sus compromisos y logra con integridad y en la aplicación de la ley descubrir a los malhechores que tanto daño han hecho al país, merecerá el reconocimiento general. Grave decisión la que tiene por delante.
Las primeras acciones fueron encomiables, pero las últimas han sido decepcionantes. En la Asamblea, por ejemplo, no aportó nada nuevo ni sustancial. Hizo el juego al correísmo. Se escudó en un cuestionable sigilo de la investigación para no proporcionar datos cuando siempre se dijo que el secreto de sumario se levantaba el primer día de este mes. Empezó bien su gestión pero parece que el impulso duró poco.
El pueblo exige respuestas y sanciones.
Sin embargo, el Fiscal tiene aún la oportunidad de erigirse en el gran purificador de tanta mugre y de guiar al país por la senda de la honestidad y del afianzamiento de las instituciones. Dispone de las herramientas legales, del apoyo del pueblo y ojalá tenga la voluntad y el coraje.
¿Estará a la altura del desafío?
Yo espero que sí, por el bien del país.