Las cartas de renuncia de los funcionarios correístas, que servían al régimen de Moreno, se pensaron como parte de una estrategia de comunicación de la campaña por el no. Presentadas paulatinamente, replican textos similares que acusan a Moreno de traición, de deslealtad con el proyecto político, de ser responsable de “atropellos” a la democracia y al estado de derecho. En ellas denuncian un supuesto autogolpe institucional y la manipulación al Consejo Nacional y a la Corte Constitucional. Se quejan de la posible supresión del Consejo de Participación Ciudadana y el nombramiento de un Consejo de transición porque aseguran que esto revela la intención de controlar a las funciones del Estado. Se escandalizan por el posible uso de la justicia para perseguir a los enemigos. Hablan en sus renuncias de su conciencia, del deber de actuar de acuerdo a principios democráticos, de respetar al estado de derecho, de transparencia, de independencia de funciones y compromiso histórico con la modernidad.
Todas estas cartas son piezas del más perfecto cinismo, escritas por quienes en todos estos años nunca levantaron la voz por los abusos cometidos desde un Estado controlado por un partido político que se puso al servicio de una persona. Todos son ex funcionarios públicos que desde la comodidad de sus cargos aplaudían en las sabatinas los insultos, las amenazas, el escarnio público a los disidentes, que callaban ante las violaciones a los derechos humanos y nunca pareció importarles la falta de independencia de la justicia o la acción del impresentable Consejo de Participación Ciudadana.
Todos declararon su apoyo, e incluso promovieron, las sanciones a medios de y periodistas; callaron ante el uso del derecho penal contra los disidentes; justificaron el cierre de organizaciones; guardaron silencio o participaron en la toma de instituciones y su puesta al servicio del “proyecto”. Se entusiasmaron con las reelecciones de Pólit como Contralor o los “éxitos” de Glas en los sectores estratégicos y negaron una a una, las denuncias de corrupción.
Cinismo es lo que mejor describe a quienes escribieron esas cartas, cinismo es el mejor término para retratar la campaña por el no. En ella se reivindica, además de una inexistente revolución ciudadana, la lucha contra la corrupción y el autoritarismo, la separación de poderes, la participación social, los derechos humanos y la transparencia; valores, principios, condiciones del Estado de derecho ausentes en el gobierno correísta. No podemos olvidar que cuando los promotores del no ejercían el poder, con sus acciones demostraron su profundo desprecio a valores y principios que hoy fingen defender, diseñaron un estado autoritario, sin pesos y contrapesos, sin independencia, sin controles, negador de pluralismo y poco transparente.
Esperemos que el 4 de febrero estos maestros de la manipulación, representantes de la posverdad, sean castigados duramente en las urnas.