Quito está de fiesta; luego vienen las celebraciones navideñas y fin de año. Mientras, se tramita la ley de plusvalía. El chuchaqui de año nuevo será doble.
Se anuncia que la ley está destinada a incautar las utilidades producto de quienes, gracias a información privilegiada, compran tierras aledañas a dónde se van a hacer obras públicas y realizan ganancias extravagantes. Si eso fuera todo, bienvenida. También sería comprensible que buscase aumentar la carga tributaria de terratenientes que hacen fortuna cuando sus tierras se urbanizan.
Pero la ley parte del principio que es ilegítimo que un ciudadano se beneficie de la plusvalía por la venta de una propiedad. El Presidente considera que los beneficiarios son pocos: “El que se ‘perjudica’ por la ley de plusvalía, que no vote por nosotros”. Así era cuando Marx escribió Das Kapital. Pero en el siglo XX las clases medias accedieron a la propiedad del capital y el marxismo perdió vigencia.
Es legítimo que una familia busque hacerse de un patrimonio. La clase media constituye un capital por dos caminos: la inversión en bolsa (ser dueño en mínima parte de una empresa) o en bienes raíces: comprar un solar o un apartamento en planos, con miras a vender cuando el desarrollo inmobiliario esté completo y hayan subido los precios.
En ambos casos, es una inversión de riesgo. El rendimiento que se espera de la inversión si todo va bien, tiene que compensar el riesgo si es que las cosas van mal. Con la recesión que vivimos, las empresas pierden dinero y las acciones caen; la demanda de bienes raíces se seca y bajan los precios. Los patrimonios se han reducido.
En cuanto a las acciones, este gobierno y Asamblea aprobaron una ley mediante la cual si una empresa quiebra y no tiene suficientes activos para pagar liquidaciones de los trabajadores o pasivos con entes estatales, los accionistas incluso minoritarios responden con todo su patrimonio. Se viola el principio que todo lo que arriesga un inversionista es su inversión.
Quien vende un inmueble pierde si baja el precio, y si sube, con la Ley de Plusvalía sólo podrá ganar igual que un depósito bancario: se aumenta fuertemente un impuesto que ya existe. Se completa el cerco para impedir que la clase media progrese económicamente. Se busca la equidad cerrando las vías a la prosperidad. Cuba bajo Raúl Castro abandonó el principio de la equidad en la pobreza.
Otro objetivo de la ley es forzar al alza los avalúos para incrementar la recaudación de impuestos prediales. Gústele o no al 63% de ecuatorianos que tienen casa propia, hay que reconocer que es una herramienta válida para incrementar los ingresos municipales. Pero subir impuestos prediales en medio de una sofocante recesión es imprudente. Habrá que endeudarse para pagar tributos.
Más chuchaqui.