En la puerta del antiguo monasterio de El Carmen de Ibarra había un letrero en que decía que ese era un “lugar sellado” por la clausura religiosa. Pero el “lugar sellado” no estaba aislado de la ciudad y del barrio en que estaba enclavado y que, no por coincidencia, lleva hasta ahora su nombre: El Carmen. El convento fue siempre un centro activo de relación con la gente de los alrededores y de Ibarra toda. Las carmelitas estaban muy estrechamente ligadas con la vida de la urbe; su calendario religioso era seguido por muchas personas; su capilla era un activo lugar de culto; las monjas influían en la vida de las personas, mandaban consejos y advertencias. El monasterio fue un centro activo de la vida cotidiana y al mismo tiempo un ícono de la ciudad de Ibarra.
A estas alturas, la historia es larga. Las carmelitas pasaron por Ibarra con dirección a Quito en 1884. Eran una comunidad entera de monjas de Popayán que tuvo que abandonar su país por la persecución en Colombia. Dos años después de su llegada a la capital, en 1866, las religiosas carmelitas payanesas compraron en Ibarra unas casas en el barrio de “San Blas” (cerca del actual Ajaví) y realizaron algunas adecuaciones para adaptarlas a la vida religiosa.
El 2 de diciembre de ese año 1866, se estableció en la ciudad el Monasterio del Carmen bajo la advocación de San José. Los ibarreños recibieron con entusiasmo a las trece religiosas fundadoras, quienes desde los primeros días del convento ibarreño, establecieron la Cofradía de la Virgen del Carmen. Pero la vida conventual fue violentamente sacudida dos años después, cuando el terremoto de Imbabura, en 1868 destruyó completamente la ciudad, causando miles de muertos. Entre las religiosas carmelitas hubo cuatro fallecidas, una de ellas la priora. Las sobrevivientes regresaron al Carmen Bajo de Quito.
A pocos años del terremoto, la ciudad de Ibarra se estaba ya reconstruyendo y las carmelitas, como buena parte de los pobladores, resolvieron regresar. Pero en 1871 las casas adaptadas para convento estaban completamente destruidas y las autoridades consideraron que no era conveniente levantarlas de nuevo. Por ello debieron quedarse un tiempo en Caranqui. En 1873 se compró un terreno para construir su monasterio junto al barrio de San Felipe. Allí se inició la construcción del convento, obra que terminó en 1877.
La trayectoria del monasterio se ha extendido por ciento cincuenta años. A inicios de siglo, en 2002, se trasladó a un nuevo edificio en Bellavista, cerca de San Antonio de Ibarra. Hubo protestas, sobre todo en el tradicional barrio de El Carmen. Y no se ha resuelto el destino del antiguo edificio. Pero la comunidad continúa su vida conventual, siguiendo una tradición mantenida por siglo y medio de observancia de las reglas y el espíritu carmelitano.