El acuerdo con Europa está vigente. Quedó atrás un largo período de innecesaria angustia, que se inició con el retiro de las negociaciones que Ecuador llevaba junto a Colombia y Perú.
El gobierno mira a mal las exportaciones agrícolas y pesqueras en que somos líderes mundiales; su estrategia fue dejarlas morir para reemplazarlas con exportaciones de bienes tecnológicos producidos en Yachay, sin respetar la propiedad intelectual. Mientras durase la transición, el país viviría del petróleo a USD 100.
La caída en el precio del petróleo y su improbable retorno a los tres dígitos profundizó la dependencia en las exportaciones tradicionales, por lo que a última hora el Presidente encargó a Juan Carlos Cassinelli la misión casi imposible de salvar el acuerdo antes de la finalización del año. Cassinelli cumplió.
Ahora toca comenzar un proceso que debió haberse iniciado a la par de las negociaciones: adoptar políticas económicas acordes con las nuevas realidades. Porque el acuerdo en sí no es una panacea. Lo que hace es cambiar el entorno. La Unión Europea produce eficientemente todo lo imaginable excepto petróleo y productos tropicales, nuestros fuertes. Hay que explotar las oportunidades que nos da, y buscar reconvertir las actividades para las que la competencia europea es un desafío.
Hoy, Donald Trump arremete contra el Nafta, porque permitió la exportación de plazas de trabajo a México. Según él, EE.UU. se perjudicó. México recibió gran inversión extranjera y se creó un fuerte número de empleos industriales. Pero una enorme masa de campesinos quedó desplazada por el ingreso de alimentos estadounidenses. Tanto EE.UU. como México se beneficiaron, pero en ambos lados de la frontera hubo sectores perdedores.
En nuestro caso, por el lado de las exportaciones, el banano debe recuperar el liderato perdido ante Colombia. Las flores podrán retornar a Europa sin arancel, floricultores y autoridades deben buscar un mecanismo viable para reducir los costos de transporte. El atún podrá defenderse mejor de la competencia filipina, que ahora goza de preferencias. El camarón debe ganar mercado en Europa, puesto que es muy arriesgado vender a Vietnam para que revenda a China. Los productos menores, entre esos los orgánicos, podrán crecer. La industria textil, entre otras, puede colaborar con sus similares de Colombia y Perú para exportar a Europa, al amparo de la acumulación de origen.
La mayor parte de los productos europeos se beneficiarán de una desgravación gradual, lo cual facilita el proceso de conversión de la industria nacional de productos equivalentes.
La política de sustitución de importaciones a ultranza que mantiene el régimen correísta se torna inviable. El nuevo gobierno tiene que hacer un borra y va de nuevo en sus políticas industrial y de comercio exterior.