Casa de América

El día de Santiago, la Casa de América cumplió 25 años de servicio a una comunidad iberoamericana que se construye con cultura. El 25 de julio de 1992 fue inaugurada por los Jefes de Estado y de Gobierno que asistían a la II Cumbre Iberoamericana, entre los que se encontraban Salinas de Gortari, Menem, César Gaviria, Collor de Melo, Fidel Castro, Paz Zamora, Balaguer, Aylwin y Rodrigo Borja, y se conformó con un Alto Patronato, presidido por SM el Rey, del que forman parte algunas empresas e instituciones y un Consejo Rector que integran el Ayuntamiento de la capital, la Comunidad de Madrid, y el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Está instalada en el Palacio de Linares, en la plaza de Cibeles.

Su finalidad es estrechar las relaciones entre América y España y para ello, sus salas se han llenado de escritores, políticos, economistas, académicos o artistas que han aportado, con sus visiones de los dos lados del Atlántico, el tejido necesario para crear el entramado de relaciones que ha generado la reflexión sobre las distintas agendas que integran nuestra visión de lo político, lo cultural y lo social.

Esas bodas de plata han ido acompañadas de un artículo del Presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en el que pasa revista al itinerario de la institución a lo largo de estos años, destacando el apoyo a los procesos de consolidación democrática en la región, en la apuesta común por la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos y el compromiso español con la cooperación con América Latina, prioridad absoluta en nuestra agenda.

El Presidente Rajoy resalta también que en esos 25 años España ha sido un valedor incansable en la Unión Europea de los intereses de América Latina, defendiendo el fortalecimiento de la asociación estratégica con la región con la que más valores compartimos, siendo, desde la igualdad y el respeto facilitadores de la convergencia entre los dos espacios regionales.

Pero en estos 25 años, la relación —sostiene el Presidente Rajoy— ha ido más allá, fortaleciéndose con los flujos migratorios bidireccionales, con la presencia de empresas españolas en América Latina y con la de las multilatinas en la Península Ibérica. Una parte notable de esa interrelación se ha operado entre las paredes del Palacio de Linares, en donde unos y otros han reflexionado sobre el origen, consolidación y futuro de la agenda común; en donde han tenido cabida todas las caras del poliedro de la relación entre España y América Latina; y en donde discrepar, proyectar, analizar y escuchar son los ejes articuladores de su actividad. Ese espacio de interrelación puede ser hoy más necesario que nunca, porque en ese escenario tienen cabida todos los actores y todas las tramas.

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