En el año 2005 el Ecuador estuvo a punto de firmar un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. No lo hicimos porque el gobierno de ese entonces (Alfredo Palacio) no quiso firmarlo. Una mezcla de taras ideológicas y presión social nos llevó a portarnos tan mal con los norteamericanos que ellos abandonaron la mesa de negociaciones con el Ecuador.
La presión social contra el TLC vino de grupos que mezclaban un profundo populismo con una ideología de izquierda que rechazaba todo tipo de acercamiento con los EE.UU.
Uno de los argumentos más populares de quienes se oponían al TLC era que los norteamericanos venía a robarnos el agua. Sí, así de sencillo y primitivo como suena. Que con el TLC nos iban a dejar sin agua, sin “lo más valioso que tenemos” porque “el agua vale más que el oro”. Y con ese argumento movilizaron a muchísima gente que se oponía ciegamente a este “pacto con el demonio”.
Por cierto, en el 2005 Perú y Colombia sí firmaron su TLC con los EEUU y, en términos generales les fue bien, sus mercados ganaron competitividad y, sobre todo, ningún gringo malvado se robó el agua de esos países.
Pero más allá de la ridiculez del argumento del agua, parece interesante preguntarse de dónde salió y por qué tuvo tanta acogida, porque realmente había gente que se lo creyó y que lo repetía y difundía con un convencimiento impresionante.
Una de las razones por las que pegó tanto esa idea es porque calzaba perfectamente en el credo populista, en el cual, personas con un buen nivel educativo, pero que nunca llegaron al poder, creen que la realidad se compone de unas “élites” (que sí están en el poder) que han entregado al “pueblo” a los protervos intereses de “otros”. Más o menos tan absurdo como decir que la partidocracia que entregó el país al imperialismo.
Lo trágico es que sí se ha dicho frases tan absurdas. Y han tenido mucha acogida. En realidad, el discurso de “las élites malvadas que vendieron el país” a la partidocracia, al neoliberalismo, al imperialismo, o a cualquier otro “malo” fue el discurso central de Correa. Y claro, la solución para que esos “malos” no se roben el país era elegir a quienes denunciaban a los “malos” y que prometían impedir que la viejas élites sigan robándose el país.
El asunto es que ladrones ha habido en muchos gobiernos, pero hasta el 2006, al menos, había contrapesos que en algo frenaban los abusos de los gobernantes. Pero con la desmantelación de las viejas estructuras, los contrapesos murieron y no hubo nada que frene a los saqueadores. Eso es lo que el populismo destruye.
Y los gringos ni se robaron el agua ni ningún productor ecuatoriano fue capaz de vendérselas embotellada porque no había TLC para llegar a ese mercado.