6 de agosto de 2015: en la Plaza Grande, frente a la placa recordatoria del lugar en el cual cayó, rendido a golpes de machete, el cuerpo moribundo de Gabriel García Moreno, Académicos de la Historia, de la Lengua, de Historia Militar y de Historia Eclesiástica mantuvieron un sentido minuto de silencio en memoria de uno de los más representativos, si no el mayor, de los presidentes de nuestra patria. A él, entonces máxima autoridad de la república, le correspondió aprobar la existencia de la primera de las Academias, la de la Lengua, que inició su labor el 4 de mayo de aquel año aciago.
Hernán Rodríguez Castelo, en su ‘biografía desmesurada y definitiva’ de GGM., trabajo de más de mil páginas que, en imparcialidad ejemplar, nunca ceden a la alabanza o el agravio, consigna algunos datos sobre la citada aprobación; pero antes, he de corroborar cómo el biógrafo confirma cuanto atestigua sobre GGM, con citas del propio gobernante, en documentos y cartas por él escritas, o dirigidas a él o sobre él, o sobre la situación del país de entonces. Así, esta inmensa labor de acopio y reflexión descubre al lector la personalidad oscilante entre la ferviente religiosidad y el deber político que a menudo exigió al presidente la toma de decisiones que, vistas a otra luz, fueron crueles y tiránicas. Con ellas pretendía cumplir el destino que la voluntad de Dios le exigió, según su fe, hasta el fin.
En lo relativo a la aprobación de la existencia académica, el biógrafo consigna: “…el clima de serios estudios, de actos académicos -tanto de ciencias como de literatura- resultaba el ideal para que naciera una Academia de la Lengua, de seriedad respaldada y apoyada por la Real Academia Española. Y el gobierno de GGM reconoció la importancia de la iniciativa”. Cita las diferencias ideológicas entre los miembros de la Academia Ecuatoriana: “entre los primeros miembros, junto a entrañables amigos y fieles colaboradores del mandatario, estaba un liberal con quien las relaciones del apasionado presidente habían sido acres, el poeta Julio Zaldumbide, de familia de rancio liberalismo, … y entre los elegidos para completar la nómina, además de los progarcianos Rafael Borja y Miguel Egas, estuvieron los adversarios más ensañados –hasta acusados por el régimen de conspirar- Antonio Borrero y José Rafael Arízaga, más el político porteño que los Borrero habían opuesto a la candidatura presidencial de García Moreno, Francisco Javier Aguirre Abad.
He aquí las palabras de Jorge Salvador Lara, espigadas en nuestras Memorias: “En oficio suscrito por Pedro Fermín Cevallos, se comunicó a GGM la fundación de la Academia Ecuatoriana; varios de los académicos electos eran magistrados vinculados al régimen garciano, … aunque figuraban también personajes que no eran de su confianza política o se habían declarado sus francos opositores”. Una vez más, incluso en caracteres extremos, como el de GGM, encontramos la luz, siempre posible, de la apertura y la moderación.
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