El Ecuador no está exento de la ocurrencia de catástrofes de orden natural o antrópico. Entre los principales factores de riesgo están los fenómenos hidrometeorológicos, sismos, erupciones volcánicas y deslizamientos.
De acuerdo con los últimos informes del Instituto Geofísico (IG) de la Escuela Politécnica Nacional, hay un incremento de la actividad volcánica del Cotopaxi. Esto no solo se confirma por el aumento de los niveles de sismicidad del volcán, sino también por el incremento de la emisión de vapor y gases.
Aunque los especialistas del IG han confirmado que estos eventos no representan en este momento un peligro, sí deberían ser motivo de preocupación de las autoridades. Si se vuelve a producir una erupción del Cotopaxi, muy parecida a la ocurrida en 1877, en la cual hubo una presencia de flujos piroclásticos, gran emisión de ceniza y generación de importantes flujos de lodo (lahares), los efectos sobre la población ubicada en los valles de Latacunga y Los Chillos serían devastadores.
En 1877 murieron aproximadamente 1 000 personas. Ese número sería sensiblemente mayor debido a la alta densidad poblacional que existe ahora en los valles de Latacunga y Los Chillos. Incluso la erupción del Cotopaxi afectaría en términos económicos y de infraestructuras.
Hay que tomar en cuenta que en esta área están la vía Panamericana, redes de tendido eléctrico y el canal Pita-Tambo, que surte de agua a buena parte de la ciudad de Quito. ¿Qué pasaría si son afectadas estas infraestructuras?
Pese a que en estas semanas se han activado los Comités de Operaciones de Emergencia (COE) a nivel provincial y cantonal, estos no cuentan con Planes de Operaciones de Emergencia (POE) y los Sistemas de Alerta Temprana (SAT) actualizados. En pocas palabras, no estamos preparados para enfrentar una posible erupción del volcán Cotopaxi.
La gestión del riesgo no significa contar con unos cuantos comités, capacitar a la gente, colocar nueva señalización o tener determinadas unas cuantas escuelas donde ubicar a la población. Es mucho más que esto. Significa trabajar en función de la prevención, reducción y control permanente de los factores de riesgo de desastre.
De lo que se trata, entonces, es de estar bien preparados para enfrentar una posible catástrofe como la erupción del Cotopaxi disponiendo de lugares adecuados para mantener por algunas semanas o meses a los damnificados, así como disponer de alimentos, medicinas y vituallas suficientes. Transporte apropiado y rutas de evacuación. Obras de protección de infraestructuras y de rehabilitación de servicios básicos. Planes de reconstrucción de viviendas, de recuperación física, económica y social de las poblaciones afectadas. Sin embargo, muy poco de esto existe en la actualidad.
He ahí el gran desafío de las autoridades nacionales y locales: estar preparados para cualquier situación de riesgo de desastres.
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