El éxito de una persona o de un político es, muchas veces, consecuencia de factores que no deben soslayarse en los momentos triunfales.
Sorprendió a las encuestas la elección del alcalde de Quito, pues el ganador se impuso al candidato que aparecía como amplio favorito. El perdedor era de la línea del gobierno y en su campaña proselitista tuvo el respaldo total del presidente en funciones.
Al cabo de 10 años de mandato prepotente, corrupto y dictatorial, el pueblo demostraba hastío y anhelaba un cambio. El sentimiento anti correista primó y se proyectó en una votación mayoritaria a favor del representante opuesto al gobierno.
El joven e inexperto alcalde pronto desestimó el vínculo electoral y pensó que sus cualidades individuales eran suficientes para haber atraído el favor popular. Craso error, ha tenido que dirigir la municipalidad con un consejo cantonal obstructor y beligerante .
Usted, señor Presidente de la República, fue electo en un proceso muy disputado que dejó a la mitad de ecuatorianos temerosos de una gestión continuista a la del gobierno de la década anterior. Sorpresivamente, tomó medidas que lo apartaron del esquema correista y despertó una esperanza generalizada que se tradujo en masivo respaldo popular. Terminó con las injuriosas sabatinas, abrió el diálogo, devolvió la tolerancia, ofreció luchar contra la corrupción rampante, transparentó la grave herencia económica y nos ofreció tomar medidas para mejorarla, cambió la mentira y los sofismas por verdades, nos hizo soñar y respirar optimismo.
Queremos apoyarle, hagamos patria, pero, por favor Señor Presidente, responda al clamor nacional. Ha sido claro al señalar al culpable de las desgracias ética, moral, económica y de permisividad a la movilidad de los narco-asesinos, pero le pedimos que sea diáfano en todas sus acciones. No nos desconcierte al mantener a su lado a funcionarios que fueron ejes del descalabro heredado y que lucían orgullosos, imponentes y desafiantes su total sintonía y entrega al caudillo anterior. No otorgue distinciones a personajes repudiados por la opinión pública, ni sostenga a la ministra que, por promoverse individualmente, ha permitido que las diatribas del insultador contumaz pululen en el exterior y lo demeriten a usted. Como demócrata que es, no permita que se rinda pleitesía a los dictadores de Venezuela y Nicaragua, ni que luzca en la Mitad del Mundo esa estatua de vergüenza del corrupto Kirchner.
Por favor, señor Presidente, corresponda a este país que le concibe como mandatario de todos, no de una fracción de un movimiento político que hace esfuerzos sobrenaturales por mantener las situaciones de privilegio e injusticia que alcanzaron con la prepotencia, el abuso y la corrupción que usted, al descubrirlas, las ha criticado y las combate.