Fueron ellos mismos quienes pidieron la reunión e hicieron pública la foto donde ríen mientras rodean al presidente Moreno, que luce atrapado entre Glas, los Alvarado, Mera, Serrano, las sumisas y Correa. Como el presidente no acató sus órdenes, varios de ellos son ya sus enemigos. Pero lo más revelador es que en esa foto no asoma un solo quiteño de nacimiento, dato que no debería sorprendernos porque en la época de las elecciones del 2014, cuando perdieron la alcaldía de Quito, ya era notoria la ausencia de capitalinos en el círculo íntimo del poder correísta.
Algunos dirán que soy demasiado suspicaz pero sucede que la política, como las buenas novelas y las fotografías, permite muchas lecturas. Por ejemplo, que el divorcio de Correa de la clase media quiteña le costó el puesto a un sumiso Barrera. Por ejemplo, que para el cambio de liderazgo en Carondelet volvió a funcionar la llamada ley del péndulo entre Quito y Guayaquil porque al gobierno tropical de un abusivo Rafael Correa le ha sucedido el gobierno ‘serrano y tranquilo’ de Lenin Moreno.
Sin embargo, las sociedades humanas son mucho más complejas e imprevisibles que las máquinas y el uso de leyes mecánicas para el análisis pasa por alto, en este caso, la existencia de una serie de guayaquileños (Roldós, Noboa y Palacio) que ejercieron el poder de una manera tranquila y respetuosa de las libertades ciudadanas.
Tampoco ese estilo prepotente de dueños del país que atropellan los derechos humanos, meten la mano en la Justicia y se adornan con escándalos de corrupción fue un invento de Febres Cordero y la oligarquía guayaquileña, invento que Correa habría perfeccionado al envolverlo con una ideología izquierdista que confundió a mucha gente bienintencionada. No. El modelo de estos gobiernos caudillistas, intolerantes, demagógicos y despilfarradores, que se apropian descaradamente de los fondos públicos, es el velasquismo, cuyo líder, Velasco Ibarra, nació y se formó en Quito.
De modo que el péndulo entre un gobierno de capataz de plantación, como fue el de Febres Cordero, a un estilo democrático como el de Rodrigo Borja, más que por el regionalismo estuvo motivado por el rechazo y la indignación.
Pero es obvio que existe un sentimiento regional válido y que en 2012 un endiosado Correa desafió a la capital al imponer a su paisano sospechoso de plagio en la vicepresidencia, violando la tradición de repartir la papeleta electoral entre las dos regiones. Luego, para seguir manipulando el poder y cubrirse las espaldas, además de Pólit y Glas, dejó bien instalados a su fiscal, su Justicia, su Asamblea, sus economistas y su servicio de Inteligencia.
Con un creciente apoyo popular, Lenin ha empezado a quitarse de encima esa herencia envenenada, pero el péndulo no terminará su recorrido hacia la decencia hasta que la canciller, quiteña y expoeta, deje de apoyar a la dictadura sangrienta de Maduro.