Negar la realidad no significa que no exista. Tampoco la dominación política encarna la posesión de la verdad. En esta especie de aforismo se encuentra el desarme unilateral del sistema de defensa nacional, disimulado con dotación de equipamiento, que no es específicamente para operaciones militares.
El argumento utilizado es que la soberanía territorial es un concepto anacrónico, porque en la actualidad se debe hablar de las soberanías en plural es decir, alimentaria, tecnológica, económica y ecológica, pero no territorial. Así se menciona en el Plan del Buen Vivir a más de presumir como que es un pensamiento innovador, para cambiar la mente y la realidad con un discurso malintencionado, que ratifica el errado criterio de la subutilización y falta de necesidad de las FF.AA. para el nuevo escenario ideológico de la Patria Grande.
La existencia de las Fuerzas Armadas se la puede comparar con un seguro. Son necesarias en la medida de poseerlas para una situación imprevisible; mientras tanto deben permanecer activas, preparadas y previniendo las condiciones y circunstancias para no tener que utilizarlas. Al igual que un seguro, no se mide su utilidad por el número de accidentes, sino por la tranquilidad de tener una cobertura y la garantía de poder dedicar la atención y energías a otros temas de desarrollo.
Así es como se ha demostrado en estos días en la Cumbre de los países del sudeste Asiático (Asean) en Kuala Lumpur. El tema prioritario fue la disputa por la soberanía del archipiélago Paracel, Spratley, sobre el que la República Popular de China (RPC) ha venido desarrollando en forma acelerada un proceso de militarización y territorialización. Ha integrado arrecifes e islotes con rellenos de arena hasta conformar sólidos espacios terrestres, donde se dispone a construir facilidades portuarias y aeroportuarias, que aseguren la presencia militar permanente en más del 85% del territorio en disputa, que han denominado ‘Nine Dash Line’ ; al margen de los reclamos de Filipinas, Taiwán, Brunei, Vietnam y Malasia.
La posición del bloque Asean favoreció a que la China Popular reconozca la necesidad de parar, aunque sea temporalmente, los trabajos en desarrollo de la segunda fase.
Los contenciosos territoriales, por lo tanto, no dejan de existir al firmar un tratado; por lo que la esencial labor diplomática requiere de gran capacidad profesional, no de una Cancillería en activismo político partidista. Se requiere también de Fuerzas Armadas profesionales que garanticen la vigencia de los tratados, que no sean desvirtuadas de su misión, haciéndolas responsables del éxito del proyecto político del gobierno, como “actores fundamentales de la revolución”, discurso que está captando la mediocridad de unos cuantos militares “oportunistas” que han comenzado a asumir lemas venezolanos como “socialismo, patria o muerte”, politizándose y alejándose de los valores profesionales.
Columnista invitado