El 9 de diciembre de 2005, un conocido periodista de televisión mexicana transmitió en vivo un operativo de liberación de tres personas secuestradas en un rancho ubicado en la carretera México-Cuernavaca.
Las escenas, dignas de una película, mostraban a los miembros del cuerpo de élite de la policía preparándose para la incursión. El reportero anunció entonces que en pocos instantes se iba a producir un golpe importante contra la industria del secuestro. Incluso se atrevió a comentar que allí dentro había tres víctimas que serían liberadas. Segundos después, los policías entraron en la cabaña y sometieron a los presuntos secuestradores, liberaron a las tres víctimas y se dieron tiempo para hablar con la prensa junto con los secuestrados, y también para que los supuestos delincuentes, Israel Vallarta y la ciudadana francesa Florence Cassez, dieran sus primeras declaraciones.
Lo que sucedió a continuación durante el proceso indagatorio bien podría ser la historia repetida miles de veces en cualquier país latinoamericano, aunque en este caso aparecen los ingredientes necesarios para enumerar todos los vicios de los sistemas políticos del tercer mundo: torturas, violación de derechos humanos, manipulación de pruebas, corrupción procesal, politización judicial, parcialización de los juzgadores, utilización dolosa de los medios de comunicación, concertación mediática para perjudicar a los procesados. Y, el resultado, con todos esos ingredientes y sin una sola prueba fehaciente en su contra, fue la condena que recibieron los acusados, Israel Vallarta y Florence Cassez, como autores de los delitos de secuestro, delincuencia organizada y posesión ilegal de armas.
El caso, también uno más entre miles de expedientes judiciales que inundan las cortes de nuestros países, posiblemente habría sido olvidado en poco tiempo y los supuestos delincuentes habrían muerto de viejos en alguna prisión mexicana (cabe recalcar que Israel Vallarta aún no tiene sentencia a pesar de que lleva doce años encarcelado y que quizás podría ser otra de las víctimas de los sistemas judiciales corruptos), pero ciertas circunstancias particulares han sacado a la luz las inconsistencias y vicios del proceso: el burdo montaje televisivo de una aparente liberación heroica hecha por la policía; la nacionalidad francesa de Florence Cassez, que generó un conflicto de graves proporciones entre los dos países, y, finalmente, la reciente publicación de “Una novela criminal”, ganadora del premio Alfaguara de novela 2018, del reconocido autor mexicano Jorge Volpi.
En efecto, esta novela sin ficción recrea de forma valiente y rigurosa el bochornoso e injusto proceso que llevó al borde del rompimiento las relaciones diplomáticas entre México y Francia, pero además revela todos los artificios y manchas de un juicio que aún tiene una víctima entre las rejas y varios culpables disfrutando de la libertad, amparados en el libertinaje que brindan los estados fallidos.