Trump: votos y diques

Se dijo durante la campaña que los latinos decidirían quién sería el próximo presidente de los Estados Unidos, y aunque muchas personas sofocadas por lo imprevisto del resultado refutaron tales aseveraciones, lo cierto es que los hispanos fueron decisivos en la elección de Trump, por ejemplo con el voto cubano de la Florida, que se inclinó las últimas semanas hacia el republicano, entre otras razones, por el anuncio de Obama de flexibilizar el embargo a la isla.

De este modo, lo que casi todo el mundo aplaudió, esto es, el principio del fin del cruel embargo que se impone sobre Cuba desde 1960, resultó un boomerang contra la campaña de Clinton en la Florida. Y así como reaccionaron los “cubanos de Miami”, también lo hicieron los hispanos legales que ven como una amenaza a esos once millones de indocumentados que serían deportados por el nuevo presidente tan pronto como se posesione en su cargo.

Y qué decir de los norteamericanos de clase media que en su gran mayoría votaron por el candidato que entró a la contienda a patear el tablero, que les habló con la franqueza que le confiere su carácter rústico, que se mostró como el valeroso superhéroe de las películas de acción en cuya veracidad ellos creen ciegamente, que les demostró lo que es ser un macho alfa dispuesto a defender a la tribu, que se fue con todo el peso de su corpulencia en contra de un sistema arcaico, corrupto, agotado…

Hay en el voto a favor de Trump mensajes claramente machistas, xenófobos, fanáticos, tradicionalistas y belicistas, pero también hay allí un importante sector de la población estadounidense que se desencantó de la política tradicional y que puso sus fichas en el candidato de la revolución al más puro estilo de ciertos países tropicales.

Quizás por todas estas razones las encuestas se equivocaron una vez más y no lograron detectar el voto vergonzoso que suele acompañar en secreto a los candidatos de tinte populista y radical, o tal vez solamente han cambiado los tiempos y en esta vorágine tecnológica y de vida acelerada ya la forma clásica de hacer encuestas no está arrojando resultados precisos. Con mucha razón algunos conocedores han opinado que en esta época resulta complicado retener a cualquier persona en la línea telefónica o en la calle durante algunos minutos para responder a un cuestionario o simular el voto en varias papeletas.

En todo caso, aunque nos cueste aceptarlo, Donald Trump es el presidente electo de los Estados Unidos. Solo cabe esperar que sus promesas de campaña, las más aberrantes y vergonzosas, no se cumplan, o al menos sean contenidas por el dique de la institucionalidad norteamericana y por los congresistas y senadores republicanos que, aunque son mayoría, no respaldan en el mismo porcentaje al nuevo gobernante.

Los giros imprevistos en política, igual que sucede en el cine o la literatura, aunque puedan resultar impactantes, en ocasiones son necesarios para sacarnos del letargo y mantenernos alerta.

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