Enlas postrimerías de julio último, se realizó en Madrid la Cumbre del Comité contra el terrorismo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, para examinar los recientes sucesos vinculados con este flagelo que acosa en diversas latitudes a la comunidad internacional, de modo recurrente en el Oriente Medio.
Concurrieron 48 representantes de ministerios de todo el mundo y más de 400 expertos participantes, para abordar especialmente el asunto del flujo de combatientes terroristas extranjeros -entre 25 000 y 30 000- que se han incorporado al Estado Islámico. Se presume que esta reunión será el preámbulo de otras similares, por la complejidad del tema.
La Cumbre de Madrid representa una reafirmación de la Resolución 2178, que solicita el desarrollo de mecanismos judiciales y legales que permitan combatir a los extremistas violentos, con la ley en la mano. Recomienda, al propio tiempo, poner atención a la financiación de esos grupos por el crimen organizado y al uso de tecnologías y redes sociales para reclutar y hacer propaganda. Con esta oportunidad, el presidente Rajoy expresó que “España está en la primera línea de combate contra el terrorismo”.
Importa destacar que, en el campo doctrinario, el terrorismo es un problema de difícil tipificación, al extremo que hasta ahora no se ha logrado elaborar una definición precisa y específica de carácter universal de este ilícito.
La ONU ha aprobado varias convenciones referidas a sanciones en casos de acciones terroristas ejecutadas en espacios terrestres, marítimos y aéreos, así como a su financiación. En 1994, la Asamblea General aprobó la Declaración sobre medidas para eliminar el terrorismo internacional, en la cual exhortaba a la comunidad mundial a armonizar esfuerzos conducentes a ese objetivo. Tales instrumentos multilaterales tienen que ver con manifestaciones específicas del problema, pero no existe todavía en el marco institucional de la ONU una convención integral, que incluya una definición jurídica global.
La preocupación de la ONU es plenamente justificada porque el terrorismo es una apología de la barbarie, una expresión irracional e indiscriminada de la violencia que, a través del miedo, quiere imponerse en sectores indefensos de la sociedad, ajenos a los propósitos que alientan las acciones de aquel fenómeno atroz. De origen histórico remoto, constituye uno de los estigmas del mundo contemporáneo, acosado por tensiones y conflictos de diversa índole, a pesar de que la comunidad internacional ha logrado instaurar y desarrollar un ordenamiento jurídico político sin precedentes.
Precisamente el Estado Islámico, integrado por una cáfila anacrónica de fanáticos violentos, aboga por la expansión del radicalismo islámico y, por sus métodos de acción, representa ahora un inquietante ejemplo de amenaza terrorista en el escenario internacional. Sus actos inhumanos han causado asombro en el mundo.
Columnista invitado