La salida del Comandante General de la Fuerza Naval representa un saludo a la dignidad y a la defensa institucional frente a la mentira oficial, que pretende ser la palabra única y que se cree que repetida varias veces se hará verdad. Sin embargo, se equivocaron con FF.AA, que tiene disciplina y lealtad pero al país y a los principios y no a un proyecto político, como han querido.
Pueden cambiar los comandantes que quieran y cuando quieran, basados en la atribución constitucional que tiene el Ejecutivo, pero la posición institucional se mantiene sólida y les ha cohesionado más frente a la amenaza política, como fuera el mandato del Foro de Sao Paulo.
Este foro, con la presencia de partidos de izquierda y de grupos alzados en armas al margen de la ley, ha tenido como objetivo desde hace más de una década el reducir paulatinamente a las FF.AA., destruirlas profesionalmente, cambiarles su formación y transformarles en guardias pretorianas al servicio de regímenes caudillistas, con membretes de socialistas. En Venezuela lo lograron cuando en cuarteles se ha leído Patria, socialismo o muerte y allí están los resultados: se corrompieron y están al servicio de un gobierno que le ha llevado al caos y el hambre a su pueblo.
En el caso ecuatoriano, por decisión de sus miembros, no pudieron hacerlo. Por ello los ataques reiterados. En febrero pasado, el mando militar fue cesado en sus funciones por haber salido a defender moral y legalmente el patrimonio del seguro social de FF.AA., que se ha pretendido afectarlo. Como las provocaciones no han cesado, se ataca las supuestas diferencias entre hijos de oficiales y de tropa en el ingreso a los liceos navales. Las estadísticas oficiales demuestran que los hijos de los tripulantes que cursan en estos institutos llegan a sextuplicar el número de hijos de oficiales. Empero, la mentira oficial se ha mantenido sin derecho a aclaración.
Esto le llevó al nuevo comandante a dirigirse por órgano regular, como se acostumbra, para pedir una rectificación del pronunciamiento oficial que no reflejaba la realidad. Lo más fácil, como han existido en forma vergonzosa otros comandantes de esta y otras instituciones, era callarse y aplaudir la mentira oficial, en desmedro de la integridad institucional y personal, pero eso no ocurrió.
Por ello es bueno decirle al comandante saliente que vaya tranquilo aunque quede la incertidumbre por las arremetidas oficiales.
Queda una institución sólida y sus miembros con el desafío de seguir en la defensa institucional y profesional y no claudicar ante las acciones de penetración, que han intentado confrontar a tropa y oficiales. No pueden sacrificar sus carreras militares de más de 30 años de servicio por un gobierno que terminará su mandato en menos de un año. La institución queda y los regímenes son pasajeros aunque pretendan quedarse en el poder.