No es un tema nuevo, pues la errada idea del Gobierno que el Estado puede hacer todo y que el instrumento fundamental para ello es el gasto público, deja huérfano al país de herramientas de gestión económica cuando los recursos fiscales se reducen. Tan equivocada ha sido esa conducción de las políticas públicas que no solo le han tornado altamente vulnerable a la economía del rol del Estado y de los fondos provenientes de un precio que no controla el Ecuador, como el del petróleo, sino que no hay forma de compensar cuando los ingresos públicos bajan, pues el sector privado no se siente seguro de participar activamente por un entorno incierto e inestable.
Unos pocos ejemplos ilustran esta realidad. Un caso es el anuncio oficial de hace pocas semanas de estimular la producción a través de un subsidio a las tasas de interés para que interesados en viviendas con precios menores a USD 70 000 puedan acceder a financiamiento al 4,99% anual. Sin embargo, a paso seguido el Gobierno promueve las leyes de la Herencia y Plusvalía que producen exactamente el efecto contrario, esto es, al generar incertidumbre y desconfianza paralizan al mercado inmobiliario con todas las secuelas que esto transmite para el empleo y la activación de la producción nacional. En otras palabras, no solo que el estímulo a la actividad productiva se anula sino que el impacto es de menor producción.
Otra situación digna de resaltar es el discurso del Gobierno diciendo que defenderá el sistema cambiario y la estabilidad económica. Se dice eso y de forma paralela incentivan el uso del dinero electrónico eliminando la forma de conocer si hay el respaldo suficiente de liquidez como fue la suspensión que el Código Monetario hizo con los 4 sistemas de balances del Banco Central, los mismos que mostraban el respaldo de reservas para los distintos pasivos del ex-Instituto Emisor. Esa decisión obviamente generó incertidumbre y nerviosismo. Al mismo tiempo, continúan cambiando el sistema tributario alejando con ello la inversión extranjera que es una de las mayores fuentes de atracción de dólares y de fortalecimiento de la dolarización. Con solo estas dos acciones, debilitan al sistema cambiario por la incertidumbre que ellas provocan.
El efecto ha sido provocar desconfianza sobre el futuro económico, el mismo que se expresa en una caída de los depósitos en el sistema financiero y una salida de fondos que también han emigrado al exterior, conspirando con ello contra el propio sistema cambiario. Los bancos, al ver que sus depósitos bajan, se ven obligados a reducir el crédito con lo que el financiamiento para la economía cae y el circuito económico se torna perverso. Menos liquidez, menos crédito, se daña la cartera, nadie invierte, la recesión llega y los riesgos de estabilidad económica suben. ¿Puede llamarse a eso una política económica? Realmente son decisiones incoherentes, aisladas unas de otras y sin norte.
Columnista invitado