Quizás el presidente Moreno estima que la catarata de hechos públicos -la consulta, las anécdotas de la pugna en AP, el inminente veto parcial al proyecto con el que se quería parchar las finanzas públicas, la proximidad de la sentencia en el caso Odebrecht- sea suficiente para no pronunciarse sobre las declaraciones atribuidas a su Secretario General.
Que el aludido afirme que esas declaraciones fueron sacadas de contexto y no corresponden a la posición de Moreno, no alcanza para la salud política del país. Es necesario conocer la posición de Moreno sobre los temas que se ventilan ahí y que su Secretario explique el contexto de sus asertos sobre el proceso electoral y los primeros meses de gestión.
Se sabía que el actual Presidente tuvo que bregar para sacar adelante su campaña con un AP que navegaba entre el desprestigio y la necesidad de mantener el poder. También se entendía que tuvo que aceptar la candidatura de Glas para la Vicepresidencia. Pero dos de las “estrategias” que se mencionan sí merecen una explicación, tanto en la Asamblea como en el Ejecutivo.
Siempre según las afirmaciones hechas en el audio, se colige que la posición de diálogo del presidente Moreno habría sido solo una manera de ampliar el apoyo político y social, pero a sabiendas de que no iban a ceder nada o entregar pocas cosas, ‘que de todas formas tenemos que corregir, porque sí hemos cometido errores, y de esa forma ganamos gobernabilidad’.
La segunda se entiende: se le planteó al equipo saliente una evaluación de la situación económica, sincerar las cifras, revisar la obra pública. La tercera hiela la sangre: ‘ir en serio contra la corrupción, y eso significa simplemente abstenernos, actuar en una posición pasiva como Ejecutivo’. El Frente de lucha contra la corrupción habría tenido el único papel de contrapeso de la Comisión Anticorrupción.
El resto son acciones acordadas en pro de la ‘Revolución’: asegurar que el equipo económico se conserve; mantener un equipo político con los líderes ideológicos; mantener al equipo de planificación pública; asegurar que el equipo de Defensa, Seguridad e Inteligencia siga, y dar continuidad político-ideológica a la política exterior. Los hechos hablan solos.
La credibilidad de la palabra presidencial está en juego, más que la de su Secretario. A él parece no importarle que lo que habría dicho no ‘coincida’ con Moreno. ¿Al Presidente -que creó la expectativa de ir más allá del continuismo- tampoco le importa que el pensamiento de su Secretario no coincida con el suyo?
La creación de cercos a los gobernantes es tan vieja como la política. Y el mareo de quienes los hacen también es usual. Tras la larga alocución ‘descontextualizada’, su autor reflexiona: ‘tal vez fui infidente y dije cosas que no debí decir, pero no importa. No pasa nada’. ¿De verdad no pasa nada, presidente Moreno?