Hace solo unas semanas era fácil teorizar sobre los tiempos óptimos del nuevo Gobierno para enfrentar tres escenarios cruciales: la vapuleada economía, la corrupción y la reforma institucional, en el caso de que fueran aspectos separables. En la práctica, se trata de vasos comunicantes, y hay fuerzas corporativas oponiéndose férreamente.
El presidente Lenín Moreno ha optado por activar a la opinión pública y a los actores económicos y sociales en torno al diálogo sobre una agenda mínima y también en torno a la lucha contra la corrupción. Este es un tema represado que, pese a lo que suelen decir los sondeos, sí es importante para la clase media.
Es buena idea subirse en un caballo de batalla tan brioso y mejorar el capital político para tomar medidas económicas indispensables y hacer las reformas institucionales mínimas. El riesgo es alto. La lucha contra la corrupción depende de otros poderes y toca grandes intereses. Pero quizás es el único camino si Moreno no quiere pasar a la historia como un administrador de la crisis y del statu quo.
El Presidente está posicionando la idea de que buena parte de la crisis se debe al dispendio. La Refinería Esmeraldas necesitará una inversión adicional de USD 400 millones para enmendar una repotenciación cara y mal hecha. Otros proyectos -la Refinería del Pacífico, Monteverde, Bajo Alto y el poliducto Pascuales-Cuenca- siguen el mismo esquema. ¿Qué pasará cuando se revise la ‘inversión’ en el sector hidroeléctrico y en vialidad?
Desde luego, apartar del Gobierno al vicepresidente Jorge Glas al quitarle funciones, es haber declarado una guerra interna sin retorno y haberlo identificado con el pasado que quiere cambiar. Una apuesta de Moreno es que la justicia alcance a Glas, e incluso ha corrido el riesgo poco justificable de haber acordado con el titular del Poder Legislativo el regreso de Carlos Pareja Yannuzzelli.
Pero Moreno sabe que los tiempos de la justicia y de la política son distintos. Un juicio político sería el camino más expedito para hacer a Glas a un lado, pero hay resistencia en AP. La respuesta más bien ha sido fiscalizar a los fiscalizadores, aunar con Glas el discurso sobre el sector energético y tomar una decisión -desautorizada por Moreno- de mediar para una reconciliación.
Al Gobierno se le viene corto el tiempo para enfrentar la crisis económica y depende de reformas que pasan por la Asamblea. Lo mismo sucede con cambios institucionales como la eliminación del llamado Quinto Poder y las reformas a la Ley de Comunicación.
Si la balanza política no se inclina a su favor, es posible que Moreno se vea forzado a jugarse su capital político en una consulta popular en los próximos meses y no en el 2018, como se pensaba inicialmente. La apuesta y el riesgo serán mayores.