Al intentar sincerar las cifras de la deuda, se enfrenta a una práctica de fraude ejercida desde el anterior equipo del poder, que no se limitó a la diferencia entre la llamada deuda “consolidada” – que eliminaba las deudas del Gobierno con el IESS y otras entidades del Estado, al cruzarlas, con el pretexto que eran cuentas como las que hay entre marido y mujer- y la deuda “agregada” que si las incluye, sino también de rubros no registrados – los de las fraudulentas preventas de petróleo y muchos otros- y los riesgos de contingentes, que podrían en el total acercarse a sesenta mil millones de dólares, un poco menos del 60% del PIB. Correa lo ha tachado de “cínico, desleal y mediocre”.
Lenín debería apoyarse en un grupo de auditoría de la deuda pública, con información de las entidades públicas y de la Contraloría, a que se sumen veedores de la sociedad civil, para que nadie se sienta excluido y todos puedan ser escuchados, haciendo salvedades, si discrepan del informe final.
En la génesis de la crisis está la corrupción, si no dirigida, por lo menos groseramente encubierta desde espacios de poder, en la década de Correa, estando ahí los contratos direccionados, como aquellos con empresas chinas, en que luego se desviaron beneficios, los supuestos escalamientos de costos que llevaron a groseros sobreprecios y las “remuneraciones” ilícitas de Odebrecht y de otros contratistas.
Y están los despilfarros, cuya lista sería muy extensa: los derroches multimillonarios en el gasto público y la quiebra de varias empresas públicas, novelerías de la década de Correa.
¿Compartir sacrificios, beneficiando con impunidad a los responsables y sus entornos, porque habrían sido hábiles para ocultar pruebas?, imposible.
Entre las acciones que ofrece Lenín -y bien que lo haga- está el diálogo con todos los sectores, en forma previa a tomar decisiones; y, trabajo en Comisiones, de lo que no hay buenas experiencias, de no haber propuestas o textos concretos.
Le falta a Lenín incidir en lo más esencial: generar confianza.
Se requiere que los que actúen por el Gobierno sean honestos, no defiendan a ultranza lo que hizo Correa y su equipo; y, que sepan realmente de las materias a tratarse en diálogos y comisiones.
Un caso que infringe los requisitos indicados es el de Jorge Glas, que dirigió, en la década de Correa, los sectores en que se multiplicaron los actos de corrupción y en los que está indiciado un familiar suyo, del que no es posible desvincularlo. En una grabación de José Conceicao Santos, Superintendente de Odebrecht en el Ecuador, Glas ha sido mencionado como que su recaudador era su tío. Ver