Loquilla Asamblea

Durante diez años tuve una espina venenosa clavada en plena planta del pie. Era una presencia incómoda que recurrentemente venía a enervarme. “País de *****” pensaba cada vez que recordaba el asunto.

Luego del 1ro de marzo del 2008, tras la famosa Operación Fénix, cuando el gobierno colombiano bombardeó el campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, y se inició toda la batahola diplomática por el suceso, se acordó la entrega al gobierno ecuatoriano de la información contenida en los computadores que se encontraron y supuestamente pertenecían al líder guerrillero alias Raúl Reyes.

Según Uribe, en ese contenido informático estaban detalles importantes sobre nexos financieros entre las FARC y el gobierno de Rafael Correa. Tan graves eran las acusaciones y tan evidente era que Correa acusaría de manipulación de la información, que se entregó el contenido de esos computadores a la Interpol, quien nombró a expertos de Singapur, Australia y Corea del Sur para que realice un examen forense. Pero Correa dijo textualmente “Nosotros tenemos información de que esas computadoras no estaban en el campamento.” Es decir, el Ecuador tenía una inteligencia terriblemente deficitaria, pero sabía dónde estaban los computadores de Reyes. “Nos tiene sin el menor cuidado lo que diga o deje de decir la Interpol, lo que diga o deje de decir el Gobierno colombiano,” así es, la única fuente posible era Correa.

Pues esta era mi espinita, ¿por qué desde el lado ecuatoriano nunca se hizo una investigación de esa información? Los ecuatorianos teníamos que conformarnos con las declaraciones orales de Correa, ¿es que no teníamos derecho a más? Un presidente de un país vecino alegaba que el nuestro tenía conexiones financieras con una terrible guerrilla narcotraficante, y nuestra respuesta fue hacer sabatinas. Dejamos que el tiempo lo borre, como si fuera un hecho baladí, nada digno de investigar. ¡Ah, qué país loquillo!

Lo que sigue es digno de que se agarren a sus asientos (para evitar que se arranquen los cabellos). Esta semana nuestra Asamblea Nacional no permitió que se debata sobre la creación de una comisión que investigue los posibles nexos entre el gobierno de Rafael Correa y la narco-guerrilla. ¡Ni siquiera permitieron el debate!

Cuando Rafael Correa hablaba de que vivimos en un paraíso, tal vez a esto se refería. Ecuador es un territorio donde el hecho inaudito de investigar – investigar solo – sea una aspiración inalcanzable para los ciudadanos.

Al momento de enterarme del resultado de la votación sentí como me hervía la sangre, me sentí traicionado. ¿Acaso los asambleístas no deberían representarnos? Me duró poco, tampoco fue mayor sorpresa. Ya lo sabía; lo sé de sobra que esa espina no sería extraída. Suspiré. ¡Ah, que loquilla Asamblea!

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