El giro radical de política exterior del presidente Obama hacia Cuba es una bocanada de aire fresco que ofrece la posibilidad de lograr avances genuinos en materia de derechos humanos, si el Gobierno de Estados Unidos actúa inteligentemente.
Quienes critican la decisión de restablecer plenas relaciones diplomáticas con Cuba sostienen que Estados Unidos abandonó su compromiso con la protección de los derechos humanos en la isla. Otros afirman incluso que el nuevo enfoque premia a Cuba, al renunciar al instrumento de presión que Estados Unidos supuestamente tiene ante el Gobierno autoritario cubano. Esta posición es profundamente errada.
La confusión surge de la propia retórica desacertada del Gobierno estadounidense, empeñado en mantener un embargo a un alto costo. Pero, en realidad, este no ha contribuido en absoluto a mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba. Por el contrario, ha impuesto privaciones indiscriminadas al pueblo cubano y ha blindado al Gobierno de la crítica internacional.
En lugar de aislar a Cuba, esta política ha aislado a Estados Unidos, al permitir que Castro despertara simpatías en el exterior y, a la vez, que Washington se quedara sin el apoyo de importantes aliados para promover derechos humanos en la isla.
La evidencia empírica demuestra que resultaba irracional seguir insistiendo en una política que nunca logró los objetivos que se había propuesto. La vía unilateral, una reliquia de la Guerra Fría, estaba agotada hace décadas y precisamente por eso el comienzo del desmantelamiento iniciado por la Casa Blanca abre una oportunidad única.
La mejor alternativa para tener incidencia y promover los derechos humanos, independencia judicial, elecciones libres, sindicatos independientes y la libertad de expresión en Cuba es que el Gobierno de Estados Unidos entienda que hay que trabajar multilateralmente. Si se involucra a las principales democracias de la región en la relación con Cuba, es mucho más probable que esto obligue al Gobierno cubano a mejorar su récord en derechos humanos. Da la impresión que Obama así lo entiende.
Cuba corresponde únicamente al Gobierno cubano. Sin embargo, el status quo le ha permitido a ese Gobierno explotar la política estadounidense del aislamiento para mostrarse como una víctima.
La evidencia empírica demuestra que resultaba irracional seguir insistiendo en una política que nunca logró los objetivos que se había propuesto. La vía unilateral, una reliquia de la Guerra Fría, estaba agotada hace décadas y precisamente por eso el comienzo del desmantelamiento iniciado por la Casa Blanca abre una oportunidad única.
No deberíamos ser ilusos y creer que la situación en Cuba va a mejorar de la noche a la mañana. Será un proceso largo y frustrante. Pero, sin ninguna duda, con la nueva política de Obama hacia Cuba, las condiciones son mucho más favorables para romper el hielo y empezar a ver avances.
Nota: José Miguel Vivanco es director para las Américas de Human Rights Watch.