La institucionalidad

¿Por qué Venezuela no sale de su tragedia y, al contrario, los Estados Unidos saldrán de las turbulencias legales y constitucionales que está provocando Donald Trump?

La respuesta está en la debilidad y no vigencia, en el un caso, y en la fortaleza y plena vigencia, en el otro, de las instituciones esenciales de la democracia.

En Venezuela no manda la ley sino más bien la voluntad del poder Ejecutivo, que ha cerrado y/o asfixiado los medios de prensa independientes; que desconoce olímpicamente las decisiones de un poder legislativo con mayoría opositora; que subvirtió, con múltiples triquiñuelas, un referéndum para que el pueblo decida, en las urnas, la revocatoria o no del mandato presidencial; que pretende ignorar los plazos para próximas elecciones; que reprime las protestas del pueblo con violencia mortal, y cuyos atropellos son avalados sistemáticamente por el poder judicial.

En Estados Unidos, el señor Trump llama fraguadas (“fake news”) las noticias que reporta la prensa, pero ésta permanece absolutamente libre; el poder legislativo tiene, y en algún momento posiblemente llegue a ejercer (previo juicio debidamente sustanciado como aquel que se le iba a abrir a Richard Nixon y lo llevó a la renuncia) el poder para destituir a Trump, no por diferencias políticas, sino por claras y evidentes violaciones a la ley y a la constitución; si eso no ocurre hasta 2018, las elecciones legislativas de ese año, que ocurrirán sin la más mínima posible duda, casi con seguridad dejarán a Trump en incapacidad de seguir ejerciendo sus pretensiones autoritarias e ilegales; cuando el pueblo protesta pacíficamente, las fuerzas del orden lo protegen; y cuando el presidente ha emitido decretos presidenciales inconstitucionales en materia inmigratoria, y de financiamiento federal a las llamadas “ciudades santuario”, las cortes han declarado la inconstitucionalidad de esos decretos, y estos han quedado insubsistentes al instante.

¡Qué diferencia!

Y claro, no faltará el defensor de las revoluciones bolivarianas y del socialismo del siglo XXI que me endilgará la condición de “lacayo del imperio” o similar. ¡No! No se trata de eso. Señores, por favor entiéndalo: de lo que se trata es de algo que todos, de izquierda, centro, derecha, socialistas, liberales, conservadores, todos que nos decimos demócratas debemos entender: es la institucionalidad la que permite que el sistema funcione; la institucionalidad es la suma de las instituciones en sí, y de nuestra voluntad común de respetarlas; y lo que falta en Venezuela, y en el Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Corea del Norte, Zimbabue y tantos otros lugares de nuestro atribulado planeta, es ese segundo elemento de la institucionalidad: nuestra voluntad común de respetar las instituciones democráticas, y más aún de fortalecerlas.

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