Ahora es el silencio o casi de las potencias occidentales que hasta recién querían frenar el expansionismo ruso. En parte de la legendaria ciudad de Alepo, quedan ruinas, sobrevivientes escarbando los escombros, heridos sin atención médica, miles de muertos, otros (desde hace tres semanas: 80 000) convertidos en itinerantes, al asecho de nuevos peligros, la desolación del ser humano.
En Alepo, rebeldes al régimen de Al Asaad han sido derrotados. Su dictadura se consolida, con miles de muertos (desde 2011: 300000), como en el pasado. Alepo fue también la medición de fuerzas de las potencias. Rusia es la ganadora, sin que cuenten los medios ni las vidas en juego. Es una disputa del poder puro, como en la primera guerra mundial. No se disputan principios, ideologías ni objetivos explícitos. Al nivel internacional, es sobre todo la disputa de Rusia por avanzar en sus metas geopolíticas y su ansiada salida al mar. Para ello defiende y consolida Al Asaad. Al frente, el débil freno de Occidente.
Hace un año, Occidente en sus exigencias a Rusia ponía los medios de presión en consecuencia, salvo el militar. Se limitó al apoyo a ciertos rebeldes. Rusia intervino militarmente en su decisivo apoyo al ejercito sirio con bombardeos y tanques. EEUU, la OTAN optaron por la no-guerra. Rusia se jugó a la escalada del conflicto, a sabiendas que Occidente no se arriesgaría a una guerra.
Ahora, ante la victoria sobre los rebeldes de Alepo, Occidente apenas protesta, pide tiempo para la ayuda humanitaria, de la ONU. Rusia veta sus decisiones, y avanza en la destrucción de la resistencia a Asaad.
Además de las limitaciones militares, subrayamos las diferencias de las sociedades de estas potencias. Rusia no tiene problemas, al igual que Asaad, en hacer “tierra quemada”, todo destruir para ganar. Los otros imperialismos occidentales también se impusieron con destrucción y muerte, pero tienen ahora una sociedad civil que les critica, limita y es la principal opositora a su intervencionismo. No así en Rusia, Putin limita, reprime o elimina a los oponentes. El poder omnímodo del Kremlin, ya secular, tiene las manos libres para ello o para enviar tropas a la muerte.
Por ello, es incomprensible que cierta izquierda (¿lo es el socialismo del XXI?), pretenda que la libertad es secundaria, sino falsa cuando de la libertad de prensa se trata, porque sus metas de equidad son superiores. ¿Qué decir ahora que sus políticas distributivas hacen agua y se vuelven neoliberales?
Gracias a la sociedad civil, se organizan y expresan ideas, proyectos e intereses diversos, lo que construye a la sociedad, a la solución de sus problemas, a las decisiones gubernamentales, y sirve de contrapeso al poder. ¿Cómo preferir gobiernos que creen en el poder puro; en iluminados que de por sí sabrían lo que conviene hacer para todos?