James McCormack- Project Syndicate
Hace ya varios años que no se oye una discusión política seria de los méritos de la austeridad fiscal. Se han acallado los debates sobre las ventajas potenciales del uso de medidas de estímulo para impulsar el crecimiento económico a corto plazo, o sobre la amenaza de que la deuda pública alcance niveles que inhiban el crecimiento a mediano plazo.
Es evidente qué lado ganó y por qué. La austeridad ya es cosa del pasado. Y es probable que para seguir repeliendo a advenedizos populistas, los políticos convencionales adopten una mayor flexibilidad fiscal (o al menos eviten medidas restrictivas) con el objetivo de asegurarse mejoras económicas a corto plazo; e igualmente improbable que oigan advertencias sobre las consecuencias a mediano plazo de un mayor endeudamiento, ahora que se habla que los tipos de interés seguirán siendo bajos. Un modo de confirmar la aparición de un nuevo consenso internacional en política fiscal es hacer un repaso de las declaraciones conjuntas oficiales. La última vez que el G7 habló en un comunicado sobre la importancia de la consolidación fiscal fue en la cumbre de Lough Erne celebrada en 2013, cuando todavía era el G8.
Desde entonces, las declaraciones conjuntas han contenido vagas propuestas de implementar “estrategias fiscales en forma flexible para sostener el crecimiento” y garantizar ratios de deuda a PIB sostenibles. Es de suponer que una trayectoria de deuda sostenible implica que no crezca sin cesar. Pero sin un marco temporal definido, los niveles de deuda pueden tener largas desviaciones cuya sostenibilidad será materia de interpretación.
Era comprensible que se objetara la austeridad en el período que siguió a la crisis financiera de 2008. Entonces se estaba endureciendo la política fiscal en momentos en que el crecimiento no superaba el 2% (tras haber tenido un rebote en 2010); y la distancia de las economías respecto del potencial de producción hacía pensar que la recuperación general del empleo sería lenta.
A fines de 2012, en el clímax del debate sobre la austeridad posterior a la crisis, las economías avanzadas llevaban varios años de un ajuste equivalente a más de un punto porcentual del PIB en forma anual, según datos sobre equilibrio presupuestario primario (con ajuste cíclico) del Fondo Monetario Internacional.
Pero así como entonces había ajuste fiscal cuando las condiciones del ciclo parecían pedir flexibilización, hoy hay flexibilización cuando las condiciones parecen pedir un ajuste. Las economías avanzadas ya casi alcanzaron el potencial de producción, la inflación comienza a aumentar y las previsiones de crecimiento económico mundial son las mejores desde 2010.
En 2013, Japón era la única economía avanzada que flexibilizó la política fiscal. Pero este año, el Reino Unido parece ser la única que se dispone a un ajuste (suponiendo que los recientes quiebres políticos no hayan modificado su orientación fiscal),