El proyecto de construcción del Metro de Quito se dilata. Se esperan informes y se discute sobre el precio de la obra y su financiamiento.
Es uno de esos temas complejos, que debieran ser resueltos por los técnicos, pero que por su incidencia en la vida cotidiana de la gente invita a comentar, opinar y a veces a pronunciarse ardorosamente aun sin fundamentos sustanciosos ni sostenidos.
La solución global del problema del transporte y la movilidad de los vecinos de Quito es primordial. La ciudad no aguanta más.
No se aguantan más automotores por las estrechas, serpenteantes y empinadas callejuelas de la capital.
No se aguanta el correteo incesante de las centenas de autobuses que navegan paralelas al río de los carriles exclusivos y vacíos del Trole o la Ecovía.
No se aguanta el humo negro y la asfixia de unas unidades viejas, destartaladas y que arrojan su fétido desecho a la misma cara de los transeúntes, que alojan esa mugre en sus pulmones.
La gente no aguanta la incomodidad, los apretujones, el robo descarado y los manoseos a las mujeres, otra vergüenza.
El Trole trajo paz social, rebajó los largos recorridos y dio un respiro de al menos 15 años. Hoy el sistema está saturado.
De la construcción de un Metro se habla hace años. La administración Barrera dio, mediado su período, un paso adelante, contrató un costoso estudio (aquel de los 10 tomos , arma arrojadiza de la campaña).
Mauricio Rodas prometió ir adelante con la obra. La comisión técnica que estudia su viabilidad jurídica demora su tiempo.
Hay todo un debate detrás, no se sabe si con debidos fundamentos, como unos exhiben, o con nutridos intereses. Una mega-obra como la propuesta acarrea ese tipo de disputas y posturas encontradas.
Los defensores del Metro, los ediles de Alianza País, por ejemplo, dicen que la obra es la única solución global y definitiva. Ellos se sostienen en estudios que argumentan que para una ciudad larga el túnel y el tren bajo tierra solucionan los problemas.
Algunos detractores del proyecto lo cuestionan. Roque Sevilla ha dicho, por ejemplo que justamente la topografía de Quito -que facilita la primera línea subterránea- no es la adecuada para completar otras líneas en el futuro y que el transporte de los valles circundantes (Tumbaco, Cumbayá, Los Chillos, Calderón, Carapungo) no tendrían solución. No hay que descartar la indispensable comunicación con el aeropuerto, hoy muy distante por el retardo en la entrega de las vías de acceso.
Mauricio Rodas piensa en líneas de metrocables para los barrios periféricos.
Rodrigo Paz dio al exalcalde Barrera y al candidato Rodas estudios sobre la repotenciación del Trole, con megaunidades, paradas más grandes y costo muy inferior al Metro. La solución puede ser alternativa o complementaria. Hay que empezar ya. Hace falta compromiso del Cabildo, voluntad política y dinero, mucho dinero del Gobierno…