Inaceptable sería una intervención militar en Venezuela para resolver su gravísima situación interna. Hemos superado ya desde hace varias décadas las épocas en que, arropadas por la OEA o desembozada y unilateralmente, se intervenía con cualquier pretexto por la fuerza, en algún país de América Latina. La región ha madurado mucho desde ese triste período. Algo así es inconcebible.
La realidad de Venezuela la resuelven los venezolanos. La comunidad internacional puede apoyar, orientar y mediar entre las partes para dar un cauce racional de solución al problema multidimensional que vive. Ahora, ¿qué puede hacer la comunidad internacional? La OEA, ha demostrado ser incompetente para encontrar una salida negociada por un torpe manejo, entre otros, de su Secretario General. Se ha auto marginado por la división político-ideológica que caracteriza actualmente a la región y ha sido incapaz de propiciar un diálogo.
La CELAC también ha fracasado, aunque hay que reconocer que se trata de una organización sin peso político y en formación. Su capacidad de convocatoria y su influencia son muy limitadas.
Queda la Unasur, entidad que ya ha sido eficaz en temas precisamente de democracia, paz y solución de conflictos. Recuérdense los casos de Bolivia en 2008, cuando la presidencia pro tempore chilena logró desactivar la secesión de ese país que estuvo de producirse; de Colombia con Venezuela en 2015, y de Ecuador con Colombia en 2009, cuando incidentes bilaterales provocaron la ruptura entre esos países y alarma en la región. En todos ellos Unasur demostró su capacidad de apaciguamiento. Y es en el contexto sudamericano en el cual el presidente Maduro ha dicho estar dispuesto a dialogar. No hay que desaprovechar ese espacio.
No obstante, hay un problema previo que solventar en Unasur. Su institucionalidad está debilitada, su Secretaría General se encuentra acéfala desde hace seis meses, hay un bloqueo político e inacción de sus miembros para designar a su titular. Sin cabeza Unasur no puede tomar iniciativas ni acompañar las que se propongan.
Argentina, que ejerce la presidencia pro tempore, no querrá terminarla sin dejar designado un Secretario General. Ha presentado un candidato hace varios meses pero Venezuela bloquea su designación junto con otros tres países. Brasil atraviesa por una compleja situación política que limita su acción internacional. Queda Ecuador, al que todos vuelven la mirada, que inaugura gobierno y sobre todo por ser sede de la Secretaría General. Su diplomacia debe hacer un movimiento que destrabe la elección a fin de que la entidad cumpla su rol y tan costosas instalaciones no se utilicen, como ahora sucede, solo para graduaciones escolares…