Decadencia de la corbata

La corbata, complemento indispensable del traje de burócratas, políticos y abogados, ha entrado en decadencia. Ahora, jóvenes y viejos, en las ocasiones más insólitas, se atreven a presentarse sin corbata, y a incursionar con aires deportivos en eventos que requieren de tiesura y solemnidad. Que la prenda está en retirada, parece incuestionable. Su entierro, al parecer, será cuestión de tiempo.

La decadencia de la corbata es signo de nuestros días. En el pasado, hubo una época en la que, apostando a lo contestatario, algunos intelectuales con pujos progresistas se presentaban sin el artilugio en torno al cuello, con la barba descuidada, despechugados e informales, para subrayar sus posturas revolucionarias. Hoy, aquellos gestos nos parecen desplantes que rayan en lo ridículo, pero, al mismo tiempo, se va generalizando la moda de vestir a cuello abierto, usar camisas estilo Mao y sustituir la corbata por enormes pañuelos que rebasan, de largo, la discreción que recomienda la elegancia.

La comodidad se impone, y la tiesura de los cuellos toca a su fin. Sufre la solemnidad de la corbata, y caduca una moda que tuvo vigencia por mucho tiempo. Hay los que creen que la elegancia será una de las víctimas de esta guerra de modas; pero, los que practican el estilo sport afirman con su desgaire que se puede vestir bien sin esa prenda que atormenta a los varones, y que luce bien la camisa sin corbata bajo el traje italiano o la chaqueta informal.

Los tradicionalistas -que los hay y muchos- no han dicho su palabra final, ni han levantado tesis al respecto. Por lo pronto, se han limitado a hacer mohines de desaprobación y a mirar de soslayo al que acude a las reuniones a cuello abierto. Los informales ganan terreno e imponen su estilo sin más resistencia que las endebles reglas de algunas oficinas profesionales o de las burocracias de alto nivel, que incluso han cedido ya al viernes casual, que es el primer paso en el camino hacia el entierro de la corbata.

¿Qué dirán los cultores de la corbata como implícita declaración de importancia? ¿Qué dirán los vendedores de corbatas, algunas verdaderas obras de arte de la industria italiana, y otras testimonio certero de la formalidad inglesa? ¿Tendrá salvación ese trozo de tela que ha martirizado nuestros cuellos desde los tiempos en que lo portábamos como insignia de la profesión y gesto de elegancia? Me parece difícil su sobrevivencia, y creo que, en materia de vestuario, está cercano otro tiempo.

Es de esperarse que la decadencia de la corbata, asunto superficial pese a todo, no sea síntoma de relajamientos más profundos y de distintas arrogancias, expresadas en el desprecio de las formas y, a veces, de los asuntos de fondo. Esperemos que su entierro no acarree la muerte de la elegancia.

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